Siempre es buena noticia la caída de
un tirano, como es obvio, estamos hablando de Gadafi, con 42 años en
el poder. Confiamos que muy pronto seguirá el régimen dinástico
sirio con casi medio siglo en el poder. Tenemos confianza que en el
Caribe pronto tendremos buenas noticias.
En la prehistoria y minoridad de la
humanidad la tiranía es una constante. Los pueblos cada tanto tiempo
sucumben, por debilidad institucional y miedos colectivos. Para
legitimarse los tiranos de todos los tiempos desarrollan un culto a
la personalidad que normalmente recoge la historia oficial con su
culto a los héroes y a los llamados hombres representativos. Uno de
los más emblemáticos fue el endiosamiento de Julio César,
talentoso político romano que en una sociedad tan permisiva como
aquella era conocido “como la mujer de todos los hombres y el
hombre de todas las mujeres”. No escatimaba ninguna posibilidad
para conseguir sus inescrupulosos objetivos de poder.
Los franceses endiosaron a Napoleón,
asesino en serie, que se jactaba de que los muertos de sus batallas
los repondrían los franceses en una noche de amor.
El tirano normalmente termina
despreciando a su pueblo. Especialmente en el momento de la caída,
cuando abandonados por todos, llegan a pensar que no los merecían.
Así se expresó Hitler despectivamente de los alemanes que no
supieron estar a su altura. Stalin, despreciaba a los rusos. El siglo
XX fue pródigo en tiranos y tiranías pero afortunadamente en su
mayoría terminaron ignominiosamente. Este 2011 ha sido un año
abundante en buenas noticias. Han caído en serie el tunecino y el
egipcio y esperamos que pronto el libio y el sirio. El problema no es
solo salir de ellos, sino evitar que se reproduzcan, de allí la
necesidad de una permanente vigilancia y profilaxia política e
ideológica, fortaleciendo los sistemas políticos, afincados en la
cultura de la ciudadanía y el protagonismo de la sociedad civil, así
como un estado de derecho efectivo y una institucionalidad eficaz.
Aquí en América Latina, en los
últimos tiempos se ha cultivado una pedagogía política con la
prisión de Noriega y Fujimori. Es fundamental la despersonalización
y desacralización del poder y para ello es importante operar sobre
la conciencia histórica de los pueblos y expulsar de la misma todo
vestigio de predestinación y mesianismo en quienes ejercen o
pretenden ejercer le poder.
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