La crónica política de los últimos
años puede resumirse en una cadena de errores de la oposición, una
verdadera autohipnosis, diría la historiadora norteamericana Bárbara
Tuchman (1912-1989). Errores de juicio y apreciación que le
facilitaron el camino al éxito a un joven cadete que ya en el lejano
agosto de 1974, cuando ingresa a la academia militar y con ocasión
de la visita del presidente de la República puede anotar en su
diario que le surge la idea de algún día ser presidente y gobernar
la patria de Bolívar. Durante casi 20 años no hace más que
conspirar y soñar con el poder, fracasando en 1992 en su intento
conspirativa y golpista pero exitoso 6 años después cuando es
electo presidente por la vía electoral. El gran primer error fue
subestimarlo y la lenidad, irresponsabilidad y las complicidades que
le permitieron inclusive salir airoso de su fracaso en el curso de
estado mayor. El personaje se convirtió en un experto en el engaño,
practicando con maestría lo que los colombianos llaman “el ser muy
simpático y muy amigo” y lograba disimular muy bien con su
histrionismo, el futuro complejo de grandeza y predestinación que le
aquejaría posteriormente y tanto ha desconcertado a sus ex-amigos y
aliados y que de manera muy sagaz observó Gabriel García Marquez
cuando al entrevistarlo recién electo presidente descubrió en él
una esquizofrenia evidente que por lo menos cobijaba dos
personalidades distintas. El personaje en cuestión resultó ser un
exitoso y manipulador actor político, con una gran versatilidad
mediática y un poder impresionante de simulación y actuación, cuya
maestría se está evidenciando en las últimas semanas a través de
su “enfermedad” que a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta
si es real o simulada.
El segundo gran error de sus oponentes
es no haber entendido su naturaleza actoral o camaleónica y su
oportunismo habilidoso. Siempre lo han subestimado y siempre se han
colocado en una actitud reactiva y de allí el éxito político de
uno y el fracaso de los otros. Todo esto, afortunadamente, ha
comenzado a cambiar, con la aparición y consolidación de la Mesa de
la Unidad Democrática (MUD) que al fin ha entendido la importancia
de tener su propia estrategia y que no es otra que la de la unidad y
el cambio y no caer en provocaciones ni emboscadas. De seguir así y
mantener la agenda unitaria, el triunfo electoral en el 2012 es
posible, con candidato único y un programa y un gobierno de
integración y unidad nacional.
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