jueves, 8 de septiembre de 2011

Error tras error


La crónica política de los últimos años puede resumirse en una cadena de errores de la oposición, una verdadera autohipnosis, diría la historiadora norteamericana Bárbara Tuchman (1912-1989). Errores de juicio y apreciación que le facilitaron el camino al éxito a un joven cadete que ya en el lejano agosto de 1974, cuando ingresa a la academia militar y con ocasión de la visita del presidente de la República puede anotar en su diario que le surge la idea de algún día ser presidente y gobernar la patria de Bolívar. Durante casi 20 años no hace más que conspirar y soñar con el poder, fracasando en 1992 en su intento conspirativa y golpista pero exitoso 6 años después cuando es electo presidente por la vía electoral. El gran primer error fue subestimarlo y la lenidad, irresponsabilidad y las complicidades que le permitieron inclusive salir airoso de su fracaso en el curso de estado mayor. El personaje se convirtió en un experto en el engaño, practicando con maestría lo que los colombianos llaman “el ser muy simpático y muy amigo” y lograba disimular muy bien con su histrionismo, el futuro complejo de grandeza y predestinación que le aquejaría posteriormente y tanto ha desconcertado a sus ex-amigos y aliados y que de manera muy sagaz observó Gabriel García Marquez cuando al entrevistarlo recién electo presidente descubrió en él una esquizofrenia evidente que por lo menos cobijaba dos personalidades distintas. El personaje en cuestión resultó ser un exitoso y manipulador actor político, con una gran versatilidad mediática y un poder impresionante de simulación y actuación, cuya maestría se está evidenciando en las últimas semanas a través de su “enfermedad” que a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta si es real o simulada.
El segundo gran error de sus oponentes es no haber entendido su naturaleza actoral o camaleónica y su oportunismo habilidoso. Siempre lo han subestimado y siempre se han colocado en una actitud reactiva y de allí el éxito político de uno y el fracaso de los otros. Todo esto, afortunadamente, ha comenzado a cambiar, con la aparición y consolidación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que al fin ha entendido la importancia de tener su propia estrategia y que no es otra que la de la unidad y el cambio y no caer en provocaciones ni emboscadas. De seguir así y mantener la agenda unitaria, el triunfo electoral en el 2012 es posible, con candidato único y un programa y un gobierno de integración y unidad nacional.

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