Título que tomo prestado del escritor
argentino Ernesto Sábato (1911-2011) muy apropiado en estas fechas
bicentenarias tan propicias a la necrofilia y la huida hacia el
pasado. Manipulado este ideológicamente, como casi siempre ha
ocurrido por el poder de turno. Sombras y fantasmas de la historia
cuyas tumbas siguen abiertas a conveniencia y disposición del amo
del poder. Procesión macabra de estatuas. Panteón y mausoleo de la
historia escolar recordada de tanto en tanto en una interpretación
de la historia asumida desde la muerte y negadora de la historia-vida
que debería convocarnos al futuro más que al pasado, como
sabiamente nos lo recuerda el texto bíblico “que los muertos
entierren a sus muertos” y la exhortación a la mujer de Lot a no
mirar hacia atrás para no convertirse en estatua de sal.
En Venezuela, la muerte violenta es
cotidiana, todos vivimos con la angustia, el temor y el miedo a la
inseguridad, en una sociedad violenta, armada y mal gobernada, siendo
lo peor el mal ejemplo de cierto liderazgo nacional que ha hecho del
lenguaje violento y la descalificación del adversario una política
de Estado.
Se nos quiso atemorizar con un lema
infame, como recordatorio reiterado de que la revolución está
armada y quien no asuma su ideología no tendría otro destino que la
muerte o el exilio. Hace tiempo en otro artículo hacia referencia a
que el lenguaje no es neutral y las palabras terminan devolviéndose
y afortunadamente hoy la palabra muerte ya no es popular y es
impronunciable, por lo menos a nivel oficial, aunque nuestras calles
siguen siendo inseguras y la violencia de todo tipo nos sigue
amenazando. Una sociedad no progresa sino como un todo en donde las
diferencias se respetan y la convivencia y la paz es el programa
educativo y de gobierno más importante. En estos tiempos
electorales, ojala que la moderación del lenguaje y la denuncia del
sectarismo y el dogmatismo sean producto de una reflexión y una
convicción y no acomodo oportunista a las exigencias electorales de
captar una votación en las destruidas y desmoralizadas clases
medias. El infame general franquista Millán Astray tenía por lema
“Viva la muerte, muera la inteligencia”. En Venezuela quisiera
creer, aunque sea producto de una enfermedad amenazante, que el nuevo
grito sea: Viva la vida de todos los venezolanos.
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