La frase la tomo prestada del político
y expresidente colombiano Alfonso López Michelsen quien se refería
a lo que él llamaba la dialéctica de la chequera para referirse al
poder corruptor del dinero y en particular en la relación, más allá
de toda moral, entre la política y el poder. En todos los tiempos y
en todas las sociedades ha existido esta dialéctica y en los tiempos
modernos y particularmente en algunas sociedades como la nuestra es
más generalizada y más visible.
En cada país adquiere connotaciones
locales y caricaturescas como por ejemplo la “mordida mejicana” o
el popular venezolanismo de “bajarse de la mula”. En Venezuela,
en la Colonia se conoció la corrupción del funcionario y el
generalizado contrabando. En las primeras décadas de nuestra
República el robo más visible fue la terrofagia de muchos de los
próceres que se constituyeron de manera abusiva en grandes
terratenientes a través de la figura de los “haberes militares”.
Pero donde la escalada de corrupción se hace visible y obscena fue
en la época petrolera, es decir en el último siglo, agravándose
progresivamente hasta llegar al actual gobierno, en donde parecieran
haberse roto todos los diques y todas las proporciones.
La llamada burguesía venezolana en
general con las excepciones del caso ha sido la mejor muestra de cómo
la relación entre política, poder y patrimonio se hace patentemente
visible. Así tenemos los enriquecidos del gobierno de Juan Vicente
Gómez y siguientes. Los ricos de la dictadura perezjimenista y los
“apóstoles” de los gobiernos de Acción Democrática y COPEI,
hasta llegar a la actual “chavezburguesía” cuya voracidad para
engullir presupuesto y convertirlo en patrimonio personal es todo un
prodigio. Un amigo, hace tiempo, al referirse a esta problemática y
tratar de explicarla usaba la expresiva frase de que en la política
y los negocios lo que había era “una asociación de socios
asociados en sociedad”.
Jorge Eliécer Gaitán, también
político colombiano distinguía entre el país nacional y el país
político para deslindar un sector altamente corrupto de otro sector
no tan contaminado y en la misma dirección Alfonso López Michelsen
distinguía entre los políticos de profesión y los políticos de
vocación. Es decir, entre quienes asumen la política como vocación
de servicio y quienes la asumen y practican como un sistema
organizado de ventajas, prebendas y robo.
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