Lo primero es entender que ambos conceptos forman parte de la evolución civilizatoria de la humanidad y cuyos orígenes son occidentales pero que hoy son expectativas universales. Como la realidad siempre está en evolución y cambiando así van cambiado el sentido y alcance de muchos conceptos, lo que obliga a una actualización permanente teórica.
Hoy
la palabra democracia trasciende lo político igual que el desarrollo
trasciende lo económico.
La democracia no es sólo sufragio y
división de poderes sino un sistema de convivencia y derechos
universales. Igual que el desarrollo es mucho más que el PIB, aunque
el desarrollo exige una economía sana pero que se proyecte sobre la
totalidad social, es decir todos los sectores de la sociedad, de
manera solidaria y apuntando no sólo al bienestar material sino a la
calidad de vida, en todo sentido.
Ambos conceptos están en
revisión y actualización progresiva y de acuerdo a experiencias de
carácter mundial.
Los
sistemas políticos tienen que responder de manera práctica y
eficiente, no sólo a las necesidades del presente sino también a
las expectativas racionales con respecto al futuro. En Venezuela la
democracia fue el proyecto político del siglo 20 y debe serlo del
siglo 21, así como en el siglo 19 el proyecto político fue la
Emancipación y la República. En estas últimas dos décadas nos ha
tocado la terrible experiencia de otra vez la autocracia y la
dictadura y la destrucción de la economía y sus perversas
consecuencias sobre la sociedad. Emigración masiva, empobrecimiento
mayoritario, y dislocación del tejido social. Un enorme retroceso en
sentido histórico, que colocó al país y su gente en la postración
y el desaliento. Pero las sociedades no se suicidan y siempre hay un
grupo de personas que no se rinden y luchan más allá de la mera
sobrevivencia. Entramos en una fase política, 2023-2024, con
posibilidades objetivas de cambio igual que a nivel geo-político
global, el petróleo vuelve a convertirse en una oportunidad como
palanca dinamizadora de nuestra economía.
No es un regreso al
rentismo, sino una posibilidad real de retomar el camino al
desarrollo y la democracia, interrumpido en las últimas décadas.
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