lunes, 4 de diciembre de 2006

Tiempo de progreso


Un país no se hace, se va haciendo, en cada presente; interpretando y reinterpretando el pasado; inventando y reinventando el futuro. El siglo XX fue un intento de huida hacia el porvenir tratando de olvidar las feroces pesadillas del siglo XIX con "sus banderas color de miedo". Todo a cambio de la paz, inclusive aceptar la tiranía de Castro y Gómez, con su codicia y la paz de los sepulcros. La muerte una vez más fue liberadora y en 1935 el "gamonal", dueño del miedo, de haciendas y vida, muere. Se inicia la difícil transición llena de esperanzas y políticas salpicadas de errores, de una incipiente élite; que empujada por la economía petrolera, que desde 1914 y particularmente desde 1922, nos convierte en país minero y de abundancia fiscal.
En 1936, López Contreras y una minoría ilustrada echan las bases de un proyecto modernizador; había que "sembrar el petróleo". En 1945, una generación emergente e impaciente, quiere acelerar la historia con un "proyecto revolucionario" sustentado en las masas.
La impericia de las élites y las limitaciones objetivas de una sociedad atrasada contaminaron ambos proyectos de ineficiencia y sectarismo, personalismo y corrupción.
Ocurrió lo que tenía que ocurrir: el pasado ignorado y olvidado siempre regresa, y en nuestro caso como militarismo, esa enfermedad endémica, que todavía hoy, en los albores del siglo XXI, nos gobierna.
A pesar de todo en 1958, el país progresista y moderno se convoca en un proyecto democrático. El Pacto de Punto Fijo, hoy tan demonizado, no fue un acuerdo político simplemente sino un pacto de gobernabilidad ampliamente respaldado por las grandes mayorías nacionales.
La Constitución de 1961, la más democrática y discutida y consensuada de la historia nacional, de allí que haya sido la de más larga duración en nuestra historia de constitucionalismo.
En este breve período de escasos 20 años (1958-1978) el país conoció la primera presidencia electa que duró los cinco años completos que la constitución establecía, a pesar de los sinnúmeros intentos de golpe de Estado desde la derecha y de desestabilización guerrillera desde la izquierda; y el siguiente presidente, Leoni, no sólo cumplió su período sino que le entregó la presidencia al líder del principal partido opositor; algo impensable en la historia política nacional, de elecciones fraudulentas y trampas electorales. Venezuela, sin lugar a dudas, a finales de los 70 era un país y una sociedad exitosa, en el contexto latinoamericano y mundial

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