La guerra y el conflicto han sido una constante en la historia humana. Una historia profundamente cainítica y destructiva. Empezando el siglo XXI seguimos sin aprender las lecciones del pasado. La violencia sigue acosándonos en todo sentido, en nuestra cotidianidad urbana y en las guerras en curso. Uno de los escenarios más amenazadores y con probables conflictos de mediana o alta intensidad es el de Asia Central y el Medio Oriente. Irak, Afganistán, Pakistán, Irán, así como el ya largo conflicto entre Israel y los palestinos constituye todas referencias preocupantes y en particular el empeño suicida de la hierocracia (gobierno de los Ayatolás) iraní por convertirse en potencia nuclear. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución en contra de estas aspiraciones y que expiró el pasado 31 de Diciembre de 2009, de no haber una señal positiva del gobierno persa, existiría la posibilidad de una intervención armada de Israel con apoyo tácito o expreso de los EEUU, para neutralizar la posibilidad nuclear de Irán, tal como sucedió en el pasado reciente con Irak y Siria. De darse esta situación es muy difícil evitar una escalada confrontacional en este polvorín asiático. La humanidad no está preparada para este conflicto, al contrario, sería una distracción grave frente a problemas tan apremiantes y universales como la pobreza y el desafío ambiental.
Cuando le fue otorgado el premio nobel de la Paz, contra todo pronóstico, al Presidente Barack Obama, muchos lo interpretamos como una manera indirecta de comprometer al presidente de la primera potencia mundial a evitar en lo posible este tipo de escenarios, pero para sorpresa de todos, el presidente Obama, en su discurso durante la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz, se refirió de manera directa y dramática a la idea de que hay algunas guerras que son necesarias, criterio que evidentemente muchos no compartimos, pero si nos atenemos a la lógica de violencia que ha presidido la Historia hasta nuestros días, creo que hay razones de sobra para preocuparse en el corto o mediano plazo. En el siglo XXI la paz se ha convertido en un imperativo categórico de una ética universalizada que nos obliga a toda la humanidad a proteger la tierra y preservarla en todo sentido.
Cuando le fue otorgado el premio nobel de la Paz, contra todo pronóstico, al Presidente Barack Obama, muchos lo interpretamos como una manera indirecta de comprometer al presidente de la primera potencia mundial a evitar en lo posible este tipo de escenarios, pero para sorpresa de todos, el presidente Obama, en su discurso durante la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz, se refirió de manera directa y dramática a la idea de que hay algunas guerras que son necesarias, criterio que evidentemente muchos no compartimos, pero si nos atenemos a la lógica de violencia que ha presidido la Historia hasta nuestros días, creo que hay razones de sobra para preocuparse en el corto o mediano plazo. En el siglo XXI la paz se ha convertido en un imperativo categórico de una ética universalizada que nos obliga a toda la humanidad a proteger la tierra y preservarla en todo sentido.
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