Hay seres desarraigados por diversas razones, hay como una reminiscencia arcaica del nomadismo de la especie. Los emigrantes se desplazan por necesidad económica o política o por cualquier otra razón, como el afán de aventura y el cosmopolitismo o la huida por simple insatisfacción existencial. Sobre este tema del desarraigo la literatura se ha inspirado de manera abundante, iniciándose con el inmortal Homero con la Iliada y la Odisea en donde el errabundo Ulises después de múltiples aventuras tiene un solo empeño regresar a su tierra natal. J.M. Coetzee (Premio Nobel del Literatura 2003) cita ente otros a Nadine Gordimer (Premio Nobel de Literatura 1991) y James Baldwin, una judía sudafricana y el otro importante escritor afroamericano. Ambos saben lo que es el desarraigo y el desasosiego, igual que Kafka, Joyce o Pessoa todos ellos escritores atormentados, refugiados en su exilio interior o en la trashumancia impenitente, asumiendo el vacío que significa el no importar donde se está para saber que siempre se está solo. Soledad atemperada hoy en día por la multiplicación de las comunicaciones pero igualmente sometida a esa otra terrible soledad de la sociedad y la cultura urbana moderna. Otro es el caso de Sandor Marai, cuando ya no hay tierra propia que lo sustente es el refugio en la lengua y la cultura materna y en el peor de los casos el suicidio como escapatoria trágica.
La angustia existencial de la mujer y del hombre moderno es que se saben desterrados del paraíso y que este siempre se encuentra en otro lugar. Cesare Pavese, escritor italiano, tiene razón cuando afirma que todo ser humano necesita una tierra y un pueblo que lo identifique, aunque en algún momento se sienta la necesidad de irse de allí y es que los seres humanos antropológica y culturalmente somos de manera inevitable espacio y tiempo.
El siglo XXI ha sido caracterizado a priori como el tiempo de los grandes desplazamientos humanos por diversas razones y quizá ello sea así pero sin lugar a dudas que el costo a pagar por millones de seres humanos será bastante alto en soledad y desarraigo y quizá el “Otro país” no pase de ser otra quimera escapista de las tantas que los seres humanos inventamos en nuestra desorientación y extravío. Si bien somos peregrinos y nuestro destino es caminar también es cierto que hay un lugar que es nuestro para siempre y es el lugar del corazón y la memoria .
La angustia existencial de la mujer y del hombre moderno es que se saben desterrados del paraíso y que este siempre se encuentra en otro lugar. Cesare Pavese, escritor italiano, tiene razón cuando afirma que todo ser humano necesita una tierra y un pueblo que lo identifique, aunque en algún momento se sienta la necesidad de irse de allí y es que los seres humanos antropológica y culturalmente somos de manera inevitable espacio y tiempo.
El siglo XXI ha sido caracterizado a priori como el tiempo de los grandes desplazamientos humanos por diversas razones y quizá ello sea así pero sin lugar a dudas que el costo a pagar por millones de seres humanos será bastante alto en soledad y desarraigo y quizá el “Otro país” no pase de ser otra quimera escapista de las tantas que los seres humanos inventamos en nuestra desorientación y extravío. Si bien somos peregrinos y nuestro destino es caminar también es cierto que hay un lugar que es nuestro para siempre y es el lugar del corazón y la memoria .
Hermoso artículo, brillante reflexión, el desarraigo en todo su diversidad y, sobre todo, el desarraigo convertido en un travase masivo intercontinental en nuestros días, lo cual presagia enormes cambios en la historia de la humanidad. De nuevo Ángel Lombardi nos impresiona, felicitaciones y gracias por ese impactante texto salido del peregrino que somos casi todos.
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