El General de División Luis Enrique Rangel Bourgoin en su campaña presidencial en los años 80 utilizó como lema electoral “el golpe es con el voto” queriendo significar con ello que para un demócrata, no importa si es un civil o un militar, no hay otra vía de participación política que la vía electoral.
Pero desde otro punto de vista la frase pareciera expresar una mentalidad generalizada entre civiles y militares sobre el hecho de que “el golpe” nunca es descartable, especialmente en sociedades de tradición civil y democrática endebles y precarias.
En Venezuela “el golpe” ha sido una constante oprobiosa en nuestra historia, el camino de la fuerza siempre es el camino más fácil. Nuestra historia está llena de “intentonas y golpes de estado” inclusive en nuestra historia más cercana como los intentos fallidos de golpe de estado de febrero y noviembre de 1992 respectivamente. En particular el 4 de febrero de 1992 ha sido sacralizado por el actual régimen y mitificado, tratando de disimular o confundir con el hecho simple de que era un golpe de estado más, en cambio se demoniza el intento de golpe de estado del 2002 y de manera farisaica se condena los recientes hechos ocurridos en Honduras.
Golpe de estado es golpe de estado, no importa su intención u orientación ideológica y política, y debe ser rechazado como fórmula de solución, pero si una sociedad se empecina en sus extravíos y quien ejerce el poder no acepta la alternabilidad democrática y no garantiza procesos electorales transparentes, los golpes de estado ocurren, y esa es peligrosamente nuestra situación actual sino logramos desarrollar un proceso electoral en donde las garantías ciudadanas y electorales estén garantizadas. De allí la importancia del 26 de septiembre, una posibilidad cierta para recuperar plenamente el ejercicio de la política y la democracia en la medida que garanticemos el pluralismo político la participación y la división y autonomía de los poderes para crear las condiciones de gobernabilidad y progreso sobre un gran acuerdo nacional que debe trascender lo meramente electoral.
Un exitoso año electoral en el 2010 nos garantiza un proceso electoral confiable en el 2012 y con un fortalecimiento seguro de nuestra democracia, arrinconando para siempre las tentaciones golpistas que tanto daño han hecho a nuestra sociedad y que lamentablemente siempre están latentes y se potencian en la medida en que se debilitan los mecanismos democráticos.
Pero desde otro punto de vista la frase pareciera expresar una mentalidad generalizada entre civiles y militares sobre el hecho de que “el golpe” nunca es descartable, especialmente en sociedades de tradición civil y democrática endebles y precarias.
En Venezuela “el golpe” ha sido una constante oprobiosa en nuestra historia, el camino de la fuerza siempre es el camino más fácil. Nuestra historia está llena de “intentonas y golpes de estado” inclusive en nuestra historia más cercana como los intentos fallidos de golpe de estado de febrero y noviembre de 1992 respectivamente. En particular el 4 de febrero de 1992 ha sido sacralizado por el actual régimen y mitificado, tratando de disimular o confundir con el hecho simple de que era un golpe de estado más, en cambio se demoniza el intento de golpe de estado del 2002 y de manera farisaica se condena los recientes hechos ocurridos en Honduras.
Golpe de estado es golpe de estado, no importa su intención u orientación ideológica y política, y debe ser rechazado como fórmula de solución, pero si una sociedad se empecina en sus extravíos y quien ejerce el poder no acepta la alternabilidad democrática y no garantiza procesos electorales transparentes, los golpes de estado ocurren, y esa es peligrosamente nuestra situación actual sino logramos desarrollar un proceso electoral en donde las garantías ciudadanas y electorales estén garantizadas. De allí la importancia del 26 de septiembre, una posibilidad cierta para recuperar plenamente el ejercicio de la política y la democracia en la medida que garanticemos el pluralismo político la participación y la división y autonomía de los poderes para crear las condiciones de gobernabilidad y progreso sobre un gran acuerdo nacional que debe trascender lo meramente electoral.
Un exitoso año electoral en el 2010 nos garantiza un proceso electoral confiable en el 2012 y con un fortalecimiento seguro de nuestra democracia, arrinconando para siempre las tentaciones golpistas que tanto daño han hecho a nuestra sociedad y que lamentablemente siempre están latentes y se potencian en la medida en que se debilitan los mecanismos democráticos.
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