jueves, 7 de octubre de 2010

Recordando a Cabrujas

José Ignacio Cabrujas (1937-1995) fue un intelectual de excepcional lucidez que vivió, padeció y entendió el país como pocos, de allí la importancia y vigencia de su obra, recientemente reeditada “El mundo según Cabrujas” (Alfa) y “J.I. Cabrujas Obra Dramática (Equinoccio)”.
Su obra se complementa con sus entrevistas y artículos de prensa, especialmente en los últimos años de su vida, cuando el autor entra en diálogo con el país a partir de una postura crítica que lo convierte en un agudo observador de nuestras debilidades y deficiencias como sociedad y que se expresa muy bien en la frase “uno debe amar este maldito país”. Cabrujas fue inexorable y lúcido y logró calar hondo en nuestro drama nacional, no solamente el de su tiempo sino el tiempo siguiente que es el nuestro y de allí que la actualidad de sus ideas y planteamientos con respecto al país que fuimos y que seguimos siendo, dice Cabrujas “el Estado desconfía absolutamente de los ciudadanos... el Estado es un truco legal que justifica formalmente apetencias, arbitrariedades y demás formas de “me da la gana”. Estado es lo que yo, como caudillo o como simple hombre de poder, determino que sea Estado. Ley es lo que yo determino que es ley...el país tuvo siempre una visión precaria de sus instituciones porque, en el fondo, Venezuela es un país provisional...en Venezuela el corrupto es la norma. El hombre honesto o es un pendejo o simplemente una excepción lujosa”. (del Estado del disimulo).
Venezuela, un campamento minero sigue siendo una tesis a discutir y Cabrujas un escritor a quien hay que volver a leer. Definitivamente, no terminamos de entender lo que ha significado para Venezuela, el petróleo, tanto en términos societarios como culturales, y de allí quizás nuestra incapacidad para entender que el petróleo fue una oportunidad para desarrollarnos y progresar y en parte nos ayudó a ello, pero igualmente el petróleo, tal como lo entendió Juan Pablo Pérez Alfonso, implicaba una cantidad de riesgos que no supimos evitar, como la improvisación, la superficialidad, el facilismo y la irresponsabilidad, de allí la urgencia en tránsito al siglo XXI que nos planteemos una vez por todas que el petróleo sigue siendo una oportunidad por algún tiempo, pero que definitivamente el modelo petrolero no puede seguir definiendo ni al Estado ni a la Sociedad venezolana.

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