Hay un paso civilizatorio que no terminamos de dar como sociedad y es superar la memoria traumática del pasado y asumirnos reconciliados y reconocidos de cara al futuro. En nuestro mestizaje creador se debe asumir toda nuestra carga genética y cultural sin traumas. Todos los pueblos exitosos de la tierra, los que logran sobrevivir a su endogamia, son producto de la violencia permanentemente presente en la historia, en donde un grupo violenta y sojuzga a otro grupo, pero que a la larga terminan mezclándose y pasan a un estadio superior civilizatorio. Así ha sido siempre y así seguirá siendo, sobran los ejemplos. Inglaterra es uno de ellos, habitada por tribus aborígenes fue invadida y saqueada por vikingos, daneses, sajones, normandos y anterior a ellos, fueron conquistados por los romanos, creándose el gran mestizaje británico que nutre y amalgama esa poderosa nacionalidad y de la cual surge la Inglaterra imperial entre el siglo XIII y XIX, sin traumas y sin ser prisionera de su propio pasado. ¿En América Latina no deberíamos hacer lo mismo?. Dejarnos de tanto resentimiento y odio retrospectivo e integrar en nuestras realidades del presente a indígenas, hispanos, europeos y africanos, sin complejos y sin odios retrospectivos cultivados. Si no lo hacemos es difícil superar nuestra orfandad psíquica y nuestros complejos de inferioridad, condiciones psicológicas negativas para lograr un verdadero desarrollo y un futuro que nos pertenezca plenamente. La identidad histórica de una sociedad es un proceso acumulativo de éxitos y fracasos y es una identidad dinámica que se va construyendo y desarrollando en el tiempo y al final lo importante en la memoria colectiva no tanto es compartir un pasado como un presente y un futuro. En América Latina la herencia indígena tiene que ser recuperada a plenitud y sin complejos igual que la africana pero quien duda de la supremacía a nivel institucional y cultural de la herencia hispana y europea: nuestra lengua, nuestra religión dominante y casi todas nuestra instituciones y con el tiempo todo ello deja de representar un origen y se convierten en parte constitutiva de nuestra identidad, de la cual ni hay que avergonzarse y mucho menos negar, y ese es el reto, asumirnos en nuestra prodigiosa y rica diversidad y repetir con Vasconcelos que nos hemos constituido en una raza cósmica, es decir en pueblos síntesis de todo el planeta y ersa es una ventaja particularmente en este mundo globalizado.
viernes, 13 de abril de 2012
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