miércoles, 13 de junio de 2007

Autonomia Universitaria (En el 45° aniversario de la reapertura de la Universidad de Carabobo)


         Por invitación del Rector Ricardo Maldonado y demás autoridades de esta ilustre Universidad se me ha permitido participar en este acto, quizás, entre otras razones, porque hablar de esta Universidad de Carabobo es casi hablar de nuestra Universidad del Zulia, contemporáneas en dichas y desdichas, fueron creadas y cerradas casi al mismo tiempo y reabiertas en circunstancias parecidas.(1)

         Parafraseando a Ortega y Gasset podemos decir que la Universidad se define en su historia y de acuerdo a su circunstancia social; en consecuencia, cualquier proyecto de desarrollo de la institución pasa necesariamente por una reflexión sobre el pasado de la misma y sobre la realidad que la circunda.
        
Nacidas en las postrimerías del siglo XIX víctimas de la barbarie del poder; ambas son reabiertas en coyunturas políticas democráticas.  De allí que podemos decir que ambas Universidades son hijas directas de la democracia, y cuya identidad fundamental y su vocación más firme, es la autonomía, como reafirmación de la libertad y de esa misma democracia.

         Hace 2.500 años la humanidad, en un pequeño rincón de Grecia, descubrió la idea de libertad, justicia, verdad y belleza, es decir los arquetipos platónicos, mito según el cual los seres humanos nacemos con el impulso de buscar y tratar de alcanzar estos ideales.

         En cuanto a la libertad,  comenzó siendo una posibilidad meramente interior, como pensaba el viejo filósofo, que aunque preso, nadie podría robarle la libertad de su pensamiento y de su alma,  y fue más allá cuando pensó en la posibilidad de construir un sistema político sustentado en la libertad, llamado democracia, con igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y control del pueblo, para posteriormente agregarle la división y equilibrio de poderes.

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(1)  Iván Hurtado León “Dos Momentos, una Historia” 1988
                                      “Universidad y Proceso Histórico” 1997

1721            Universidad de Caracas
1810            Universidad de Mérida
1891            Universidad del Zulia       (clausurada en 1904, reabierta en 1946)
1892            Universidad de Carabobo (clausurada en 1904, reabierta en 1958)

         No otra cosa es la autonomía, es una versión de la libertad que permite el autogobierno, y la libertad responsable, tanto del pensamiento, como de las ideas. Es la exigencia de la razón de conocer, comprender, preguntar siempre.  La filosofía y la ciencia, igual que la poesía y el arte nacen del asombro, el ser humano interrogándose a si mismo e interrogando al mundo, a la naturaleza, al universo entero. Es la razón intentando sustituir al mito.  La autonomía universitaria nace de estas circunstancias y estas necesidades, de allí que la autonomía siempre termina siendo amenazada, fundamentalmente desde el Poder, sea este político, económico o religioso, y es que el Poder tiende siempre a avasallar, controlar o mediatizar y la Universidad, no importa cuan grande sea su crisis, tiende siempre de manera natural a buscar y servir a la verdad, a sabiendas que la verdad es nuestra única posibilidad real de libertad.  La verdad nos hace libres dice el viejo libro y repiten todos los textos sapienciales que la humanidad ha producido. “La Universidad teleológicamente es libertad y verdad, todo lo demás se le subordina e históricamente sólo la autonomía posibilita esta doble vocación”(2).

         En América Latina, de tradición universitaria hispánica, hasta el siglo XIX, la autonomía universitaria era inexistente, ya que la Universidad era una expresión más del sistema ideológico y político dominante.  La libertad académica era marginal y exigía verdadera audacia y valentía personal para expresarse libremente más allá de los dogmas y doctrinas oficiales

         Hay que llegar a la Universidad Republicana, para hablar de autonomía en la Universidad, autonomía referida no solamente a la libertad académica, sino al autogobierno y a la independencia financiera.

         En 1808 se había creado la Universidad de Berlín, inspirada y dirigida por Guillermo von Humboldt y producto de la Revolución Francesa, en ese país se reforma a fondo la Universidad.  Son dos modelos universitarios, el alemán y el francés, que van a marcar profundamente a la Universidad Moderna y lógicamente a la Universidad Latinoamericana y Venezolana del siglo XIX y XX.

         El modelo alemán privilegia la investigación vinculada a los intereses del Estado y la Sociedad, mientras el modelo francés insiste en la formación  profesional como expresión de las necesidades del Estado Moderno para desarrollar, lo que después se llamaría una tecno/burocracia y al mismo tiempo responder a las demandas sociales y económicas de la sociedad como proyecto de progreso y desarrollo.

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(2) Lombardi, Angel  “La Catedral de Papel”, p. 27, 1993.
La Universidad Venezolana del siglo XIX, era como el país, pequeña y atrasada; venían de la tradición eclesiástica y colonial como la de Caracas y la de Mérida y dos plenamente republicanas fundadas a finales de siglo,  como la del Zulia en 1891 y la de Carabobo en 1892. Ambas nacen dentro de las limitaciones de la época y como expresión del debate intelectual, ideológico y político del momento. Ambas nacen en buena hora para el país y en mala hora para el dictador de turno, que rápidamente las cierra y es que la Venezuela atrasada y rural, con sus caciques y gamonales no podían tolerar esos incipientes espacios de libertad y pensamiento.  La del Zulia y la de Carabobo fueron cerradas en 1904 con el oprobioso argumento que sobraban, ya que era suficiente con la de Caracas y Mérida.

         Igual que en su momento no lo toleró J. T. Monagas, así actuaría Cipriano Castro y tantos otros, empeñados en demostrar que la barbarie no tolera la civilización.  Por ello en nuestro país, y en tantos otros, hablar de nuestras casas de estudios superiores es hablar de la casa que vence la sombra o como dice nuestro escudo en la Universidad del Zulia, Post Nubila Phoebus, después de las nubes el sol.

         Es la vieja historia que se repite siempre en sociedades que no terminan de acceder a la plena modernidad, en donde la libertad y la democracia, no terminan de asumirse, y en donde el ciudadano, responsable y libre, tarda en constituirse y desarrollarse.

         Con propiedad podemos hablar de un principio que vincula orgánicamente autonomía y democracia, toda amenaza a la autonomía termina amenazando a la propia democracia, y evidentemente cuando la democracia desaparece, desaparece la autonomía.

         Desde 1910 en Méjico, con la Revolución y a partir de 1918 en Córdoba, Argentina, se da inicio a una historia universitaria tormentosa y creativa al mismo tiempo.  La Universidad latinoamericana pasa a ser protagonista fundamental del proceso histórico de nuestros países, especialmente en el campo político y en el proceso de reforma y cambio de nuestras sociedades y que han permitido viabilizar la aparición y el ascenso de los sectores emergentes de nuestras sociedades.  La historia latinoamericana es inconcebible sin sus universidades.

         Igual que hoy podemos decir que el siglo XXI es impensable sin las Universidades, siempre y cuando estas acepten y asuman el reto científico y tecnológico que ello demanda así como se aceptó el reto de profesionalización y participación en la formación y desarrollo de nuestras nacionalidades. La reforma universitaria y el cambio en todos los órdenes se han tornado en un imperativo categórico para los universitarios y para nuestros países.

La amenaza del poder a nuestras universidades siempre ha estado presente y cosa curiosa, siempre son algunos universitarios que se prestan a ello. Con el argumento de la reforma universitaria, se intervienen las Universidades para controlarlas.  La autonomía y la anti-autonomía forman parte de una dialéctica de acero que convierte el recinto universitario en campo de batalla ideológico de toda una sociedad que trata de definir sus auténticos espacios de libertad y democracia. 

         El drama de nuestra autonomía, hoy con rango constitucional, es que está sometida a la amenaza permanente por la dependencia financiera con respecto al Estado, es decir al gobierno de turno y por una crisis estructural que no termina de canalizarse adecuadamente.  Los universitarios estamos en mora con la reforma universitaria y el Estado Venezolano nos debe la legislación y el financiamiento adecuado.

         Cada tanto tiempo, la Autonomía vuelve a ser objeto de discusión.  Convertida en bandera indiscutible del movimiento universitario latinoamericano, ha servido para definir y justificar muchas cosas.  La Autonomía ha sido ubicada en esa tierra de nadie, que va entre el mito y la realidad y en donde se pretende una permisibilidad absoluta.  En verdad el concepto de Autonomía expresa una realidad histórica cambiante, ella es un medio y no un fin en sí misma.

         Sus antecedentes lejanos se encuentran en los orígenes mismos de la Universidad medieval.  Fue un privilegio (privata lex) otorgado a las Universidades para garantizarles el logro de sus fines específicos.  En Latinoamérica, este privilegio que concede el Estado, fue conquistado en su versión actual, a raíz del movimiento universitario de Córdoba.  Fue la respuesta de la juventud y las clases medias incipientes, a la barbarie social y a las tiranías políticas que asolaban a nuestros países.  De allí que el contenido primario de la Autonomía sea de orden político, como expresión concreta de la lucha antidictatorial.  En la misma medida que nuestras sociedades se han ido modernizando y democratizando, la Autonomía ha ido privilegiando sus contenidos de tipo académico y socio-cultural.

         En el caso venezolano, una vez recuperada la Autonomía, a raíz del 23 de Enero de 1958, ésta ha vivido diversas contingencias, impulsadas por sus relaciones siempre conflictivas, con el Estado.

         En un Estado de Derecho, la Autonomía al no poder ser eliminada, trata de ser domesticada, como mecanismo de control, de las siempre díscolas y protestatarias universidades autónomas.  La domesticación ha sido progresiva, gracias a la total dependencia económica de las Universidades con respecto al presupuesto nacional.

En Latinoamérica, la Autonomía es el termómetro por excelencia de la salud universitaria y democrática, y el tipo de sociedad que somos y el tipo de Estado que tenemos.  El enfrentamiento con el poder político es inevitable y necesario, está en los orígenes de la Universidad y en el desarrollo histórico de la misma, especialmente en América Latina y Venezuela.  Poder y cultura son antagónicos por definición, el primero existe para reprimir, controlar y administrar, mientras que la cultura por definición es libertaria y creadora y necesariamente tiene que ser crítica y utópica; mientras los unos administran y se benefician del presente, las Universidades y la cultura crean el futuro y posibilitan la utopía.

         Como observaba Nietsche, Estado y Cultura viven en permanente oposición radical. La Universidad nace signada por el conflicto, fue campo de batalla del enfrentamiento de la Monarquía y el Papado y por más de tres siglos en sus aulas, cátedras y claustros se vivió el conflicto entre fe y ciencia, tan decisivo en la aparición del mundo contemporáneo.  La Universidad ha sido palestra del combate político, ideológico y doctrinario y así ha sido siempre en América Latina y Venezuela.

         El poder siempre ha tratado de controlar y domesticar a la Universidad y en muchas ocasiones lo ha logrado, pero nunca de manera definitiva y permanente.  Para dictadores y tiranos es su obsesión principal.  Los gobiernos democráticos cíclicamente sufren la misma tentación de amordazamiento y domesticación de las Universidades, Napoleón institucionalizó esta política y con la creación de la llamada Universidad Napoleónica creó todo un modelo de subordinación de la Universidad al Estado aunque tuvo el mérito de vincular orgánicamente a la Universidad con las necesidades de la nación.  Y este es el conflicto fundamental de nuestro tiempo: la subordinación al gobierno o la lealtad a la nación.

         De las tres instituciones medievales vigentes: Iglesia Católica, Fuerzas Armadas y Universidad; las dos primeras han definido de manera clara su situación con respecto al Estado, no así las Universidades.  A las primeras se les respeta y halaga, a la Universidad se hostiga y acorrala, porque los gobernantes inconscientemente le temen.  Ya lo expresaba Metternich en 1819: “Yo nunca he temido que las revoluciones puedan generarse en las Universidades, pero si el mal no es extirpado, saldrá de ellas toda una generación de revolucionarios”.

         Y así ha sido en América Latina, especialmente a partir de 1918, con la Reforma Universitaria de Córdoba, la Universidad asume plenamente su papel político y su misión histórica: convertirse en agente del cambio social.
En esta perspectiva la Universidad debe ser nuevamente pensada como totalidad trascendente, como institución al servicio de una “paideia”, es decir, como lo que es de origen: una “Universitas”, una institución al servicio de una idea del hombre y de la sociedad (3).

         De acuerdo a la Asociación Internacional de Universidades, en sus reuniones de Nueva Delhi (1962), Cambridge (1963), Moscú (1964), y Tokio (1965); la Autonomía estaría definida:

1)    Por el derecho a seleccionar las Universidades, su personal a todos los niveles, autoridades, profesores, empleados y obreros.
2)    Por la selección de sus estudiantes, con criterios libres y amplios.
3)    Por la autonomía curricular, docente y administrativa así como por el otorgamiento de títulos.
4)    Por la capacidad plena para determinar el tipo de investigación que se quiere hacer.
5)    Por la autonomía para distribuir y administrar los recursos financieros y de cualquier otro tipo.

De acuerdo a lo anterior, la Autonomía implica, el autogobierno y una amplia independencia académica y administrativa.

No es el caso analizar en detalle todos estos puntos pero sí es importante constatar una vez más la amplitud conceptual y la problematicidad de la Autonomía, sus contenidos políticos y académicos así como su conflictualidad estructural con respecto al Estado.

         No puede darse una comprensión de la Autonomía sin tomar en cuenta su historicidad, el tipo de Universidad que se pretende y el modelo de sociedad que somos y que queremos llegar a ser.

            Juan Pablo II nos lo recuerda acertadamente cuando dice: “La Universidad en cuanto Universidad es una comunidad académica, que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales.  Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común”.


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(3) Lombardi, Angel  “La Catedral de Papel”, p. 39 y  62, 1993.

         Los tiempos que corren no son fáciles, en el ámbito económico y social se han alcanzado niveles nunca antes vistos, con indicadores catastróficos solo equiparables a nuestras épocas más oscuras y violentas.

         En el plano político es ya evidente la tentación autoritaria y antidemocrática presente en el gobierno, una verdadera dictadura constitucional, enmarcada en nuestra tradición histórica de Constituciones como traje a la medida del autócrata de turno.

         Lamentablemente la reforma universitaria, siendo tan urgente y necesaria, pasa a un segundo lugar frente al cerco económico y el acoso político a que son sometidas las Universidades.  Ello no puede ni debe continuar.  Una vez más combatir por la autonomía es combatir por la democracia, en esta dramática historia cíclica nuestra.

         La Universidad de Carabobo, es centenaria y conoce de estas cosas, pero como hija de la democracia no permitirá que ésta perezca. Este es el combate al cual estamos convocados, una vez más, todos los universitarios por la autonomía plena y la democracia real y efectiva, en un marco de tolerancia y pluralismo, de respeto y oportunidades para todos.



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