lunes, 25 de junio de 2007

Autonomía y Poder


En un Estado de Derecho, la Autonomía al no poder ser eliminada, trata de ser domesticada como mecanismo de control de las siempre díscolas y protestatarias universidades autónomas. La domesticación ha sido progresiva, gracias a la total dependencia económica de las Universidades con respecto al presupuesto nacional.
En Latinoamérica, la Autonomía es el termómetro por excelencia de la salud universitaria y democrática, del tipo de sociedad que somos, del Estado que tenemos. El enfrentamiento con el poder político es necesario e inevitable, está en los orígenes de la Universidad y en el desarrollo histórico de la misma, especialmente en América Latina y Venezuela. Poder y cultura son antagónicos por definición, el primero existe para reprimir, controlar, administrar; mientras que la cultura por definición es libertaria, creadora y necesariamente tiene que ser crítica y utópica. Mientras los unos administran, se benefician del presente; las Universidades y la cultura crean el futuro y posibilitan la utopía.
Como observaba Nietsche, Estado y Cultura viven en permanente oposición radical. La Universidad nace signada por el conflicto, fue campo de batalla del enfrentamiento de la Monarquía y el Papado. Por más de tres siglos en sus aulas, cátedras y claustros se vivió el conflicto entre fe y ciencia, tan decisivo en la aparición del mundo contemporáneo. La Universidad ha sido palestra del combate político, ideológico, doctrinario; así ha sido siempre en América Latina y Venezuela.
El poder siempre ha tratado de controlar y domesticar a la Universidad, en muchas ocasiones lo ha logrado, pero nunca de manera definitiva y permanente. Para dictadores y tiranos es su obsesión principal. Los gobiernos democráticos cíclicamente sufren la misma tentación de amordazamiento y domesticación de las Universidades. Napoleón institucionalizó esta política con la creación de la llamada Universidad Napoleónica, creó todo un modelo de subordinación de la Universidad al Estado aunque tuvo el mérito de vincular orgánicamente a la Universidad con las necesidades de la nación. Y este es el conflicto fundamental de nuestro tiempo: la subordinación al gobierno o la lealtad a la nación.

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