Si algo es urgente e importante comenzando el siglo XXI es preservar o recuperar la esperanza, creer que esta es posible y que el futuro no es solamente incertidumbre y amenazas.
Si algo aprendimos en el siglo XX es que Dios no está muerto y que no todo está permitido.
Terrible ha sido este comienzo de centuria con su declaratoria de violencia total, con sus guerras convencionales y sus guerras asimétricas; el terrorismo ubicuo en todo el mundo; la naturaleza reaccionando al descuido y la negligencia humana, que abusaba y abusa de ella. La pobreza, la desigualdad y la injusticia en el orden del día, no hay sociedad ajena a esta problemática. En nuestro entorno mas cercano, en el propio país, casi 60.000 muertes violentas de 1999 para acá signan una sociedad enferma y violenta. El Estado Vargas sigue sin recuperarse plenamente del desastre natural que lo asoló. Colombia en guerra permanente y Bolivia, Ecuador y Perú fuertemente perturbados y con una problemática social compleja y de alto riesgo. La juventud mira hacia adelante de manera natural pero sus dificultades son crecientes y la desconfianza hacia el mundo adulto aumenta. Los simples creen que el problema se reduce a optimistas vs. pesimistas; la única diferencia entre ambos es que los primeros no quieren ver la realidad y los segundos por verla, también la niegan. De lo que se trata es de un sano realismo sin renunciar a avanzar, a sabiendas que es posible pero no fácil. La historia no es otra cosa que asumir las dificultades para superarlas, no otra cosa es el llamado progreso, pero este tiene que ser asumido desde la libertad y dignidad de cada ser humano y no sacrificarlo en nombre de causas y principios nobles pero que terminan siendo simples discursos del poder para dominar y alienar.
Acostumbremonos a las malas noticias pero trabajemos por las buenas nuevas y estas sólo serán posibles si cada uno asume su responsabilidad individual y personal, en todos los ámbitos de la vida y en todo momento.
Dios quiere que seamos responsables del mundo desde nuestra libertad y que no respondamos como Caín cuando fue interpelado sobre su hermano; porque si de algo somos responsables es de la suerte de nuestro hermano, en particular, del mas débil y del mas necesitado. Si en el siglo XIX y XX la humanidad vivió para la libertad; en el siglo XXI, además tenemos que vivir para la fraternidad.
Si algo aprendimos en el siglo XX es que Dios no está muerto y que no todo está permitido.
Terrible ha sido este comienzo de centuria con su declaratoria de violencia total, con sus guerras convencionales y sus guerras asimétricas; el terrorismo ubicuo en todo el mundo; la naturaleza reaccionando al descuido y la negligencia humana, que abusaba y abusa de ella. La pobreza, la desigualdad y la injusticia en el orden del día, no hay sociedad ajena a esta problemática. En nuestro entorno mas cercano, en el propio país, casi 60.000 muertes violentas de 1999 para acá signan una sociedad enferma y violenta. El Estado Vargas sigue sin recuperarse plenamente del desastre natural que lo asoló. Colombia en guerra permanente y Bolivia, Ecuador y Perú fuertemente perturbados y con una problemática social compleja y de alto riesgo. La juventud mira hacia adelante de manera natural pero sus dificultades son crecientes y la desconfianza hacia el mundo adulto aumenta. Los simples creen que el problema se reduce a optimistas vs. pesimistas; la única diferencia entre ambos es que los primeros no quieren ver la realidad y los segundos por verla, también la niegan. De lo que se trata es de un sano realismo sin renunciar a avanzar, a sabiendas que es posible pero no fácil. La historia no es otra cosa que asumir las dificultades para superarlas, no otra cosa es el llamado progreso, pero este tiene que ser asumido desde la libertad y dignidad de cada ser humano y no sacrificarlo en nombre de causas y principios nobles pero que terminan siendo simples discursos del poder para dominar y alienar.
Acostumbremonos a las malas noticias pero trabajemos por las buenas nuevas y estas sólo serán posibles si cada uno asume su responsabilidad individual y personal, en todos los ámbitos de la vida y en todo momento.
Dios quiere que seamos responsables del mundo desde nuestra libertad y que no respondamos como Caín cuando fue interpelado sobre su hermano; porque si de algo somos responsables es de la suerte de nuestro hermano, en particular, del mas débil y del mas necesitado. Si en el siglo XIX y XX la humanidad vivió para la libertad; en el siglo XXI, además tenemos que vivir para la fraternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario