Todas terminan y las dictaduras engrosan inexorablemente la historia de la infamia, como diría Jorge Luís Borges.
No se puede gobernar fracasando como gobierno y soportando una ilegitimidad creciente de desempeño. En estos casos el último recurso es la represión y la violencia y ambas por definición no pueden ser indefinidas ni generalizadas.
El régimen, con pretensiones de eternidad anda enloquecido y en una borrachera de leyes y torpezas quiere imponer el silencio y la mordaza como política. El hiperlider luce impaciente y enojado y ya nos amenazó a todos que para el 15 de diciembre de este año la Constitución vigente de 1999 es otra “moribunda” ya que, para la fecha anunciada debe haberse completado la legislación socialista y si la Asamblea Nacional no es diligente en complacerlo, se pone a la orden para asumir una nueva Habilitante.
Leyes casi clandestinas, poco conocidas, asumidas sin discusión y aprobadas en el apuro de una madrugada. Es una huída hacia adelante y para disimular la huida y la debilidad la abundancia de amenazas y amedrentamientos. El tiempo histórico es inexorable y cuando un régimen o gobierno deja de ser percibido como futuro y es asumido cada día por un mayor número de personas como pasado es trágico para ese proyecto dejar de expresar la esperanza de la mayoría.
El “proyecto” o proceso revolucionario vive de ideas muertas como lo calificara recientemente Simón Alberto Consalvi, igualmente arrastra un gigantesco fracaso gubernamental y una no menos monstruosa corrupción. Una revolución sin moral se queda sin autoridad, sostenida apenas por el fanatismo de una minoría y la necesidad de muchos, termina no yendo a ninguna parte. Venezuela desde el año 2007 ha venido haciendo la lectura política correcta con respecto a lo que fue presentado como futuro y ya se ha ido convirtiendo en pasado.
En América latina desde las últimas décadas del siglo pasado se ha venido ejecutando un método de asalto al poder desde el propio poder o como algunos los han calificado, golpes constitucionales progresivos. Lo hizo Bordaberry en Uruguay. Lo imitó Fujimori en el Perú. Noriega en Panamá y lo ha popularizado nuestro presidente sustentado en la generosa renta petrolera. Lo han imitado Evo Morales y Correa en Bolivia y Ecuador, y en Nicaragua Ortega. Pero el método ya está descubierto, ha sido parado en seco en Honduras, Fujimori está preso igual que Noriega y no creo que los aprendices de los últimos años puedan culminar exitosamente sus aventuras políticas y es que a la larga los pueblos terminan cansándose de estos neo-dictadores y es que la Democracia, afortunadamente forma parte ya de nuestro ADN cultural.
Excelente articulo. Que bueno poder leerte de nuevo por aqui. Siempre te llenan de optimismo y esperanza estos articulos.
ResponderEliminarGracias