“En algún punto entre el Nilo y el Eúfrates, vivía un grupo de nómadas. Habían huido de Egipto, pueblo de elevada civilización donde se les había hecho imposible la vida, tanto en el plano social como en el religioso. Privados de seguridad, tras una fuga dramática, se establecieron en Cordes, en la soledad del desierto, formando una federación de diversas tribus. El nombre de su Dios era Yahvé”….. (Catecismo Holandés. Herder, 1969)
En este pueblo extraviado “buscó Dios al hombre”. “Seréis para mí, de entre todos los pueblos, la porción escogida, porque mía es toda la tierra” (Ex 19,5). Pero antes, este pueblo había vivido en Canaán, entre el Jordán y el Mediterráneo, con sus “patriarcas” Abrahám, Isaac y Jacob, llamado también Israel. Se establecieron en la tierra prometida, prosperaron, volvieron a ser dominados, reducidos a cautiverio, fueron esclavizados y dispersados.Dos mil años después regresaron como pueblo en diáspora para volver a fundar una Nación y un Estado.
Esta suscinta historia, de una u otra manera, a todos nos marca e identifica, en especial, a los integrantes de la llamada cultura occidental, así como al mundo cristiano y en menor medida al mundo árabe islámico.En este sentido, todos somos, de una u otra manera, judíos “en quienes Dios buscó al hombre”. Pueblo universal como ninguno, desde su intenso y profundo particularismo, el pueblo judío, decidió no desaparecer de la historia (a diferencia de otros muchos pueblos y culturas) y la misma apuesta ha asumido el Estado de Israel. El mundo no puede permanecer ajeno a este conflicto que ya dura 50 largos años. La conciencia mundial debe asumirlo ya que amenaza la paz mundial y debe ser resuelto sobre el principio del derecho de Israel a existir y prosperar pero igualmente a asumir con realismo y sentido de justicia la existencia de un Estado Palestino. Las religiones existen para unir y no para dividir a los seres humanos. El espíritu de Jerusalén es la convivencia ecuménica tal como lo entendió Juan Pablo II al convocar en Asis a la mayoría de los representantes de todas las religiones del mundo, hecho sin precedente y que se conoce con el nombre del Espíritu de Asis.
El siglo XXI no tiene futuro sino sobre esta base de encuentro y diálogo fraterno y solidario de todas las creencias y religiones, porque en nuestro tiempo, “Dios buscó al hombre” y mujeres que pueblan este planeta, cada día más pequeño, sobrepoblado e intensamente comunicado. La cultura judía es patrimonio de toda la humanidad y el pueblo judío, desde Israel o desde cualquier lugar que habite un judío, sigue iluminando el difícil y tortuoso camino de la humanidad hacia su propia liberación y redención. La humanidad hoy, es heredera de todas las grandes religiones que han marcado la historia humana, de hecho es el nuevo humanismo, universal y diverso, pero profundamente fraterno y solidario. Es el verdadero reto de nuestro tiempo, construir la “civilización del amor” sobre “el reflejo de verdad” que hay en todas las culturas y religiones, porque como dice Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) repitiendo una expresión de San Ambrosio (siglo IV):
“Porque toda verdad, sea el que fuese que la predique, viene del Espíritu Santo”.
Dios ha encontrado a su pueblo y los seres humanos hemos encontrado a Dios.
“Dios no sólo es bello sino también bueno y verdadero. Y no existe belleza, no existe lo auténticamente bello, si ello no es también verdad y bondad.
Siempre hemos subrayado esta coincidencia y hemos podido profundizarla de un modo original. En un primer momento, que hemos llamado “Asís” y que duró por décadas, el Espíritu Santo nos empujó
Era –hablando franciscanamente – “París”, ciudad de los estudios, que se agregaba a “Asís”, ciudad de la vida.
“París”, era una realidad que nunca temimos que destruyera a “Asís”, según el conocido dicho. Es más, nuestra experiencia nos dice que la luz de la verdad ayuda enormemente a la vida, la vida de amor.En un tercer período, más reciente, hemos advertido que el Espíritu Santo nos empujaba a manifestar no sólo la bondad de Dios y de nuestra vida, no sólo la verdad, sino también la belleza.
Y a esta etapa le hemos dado el nombre de: “Hollywood”, entendiendo con ello: arte, música, danza, teatro, cine, radio, TV… todos los medios indispensables para llevar nuestra nueva vida al mayor número de personas. Es una “Hollywood” que no anula “Asís” y “París”, sino que las supone, que no es ella misma si no es siendo también las otras dos”. Quizás el hecho cultural más importante de nuestro siglo es evitar el profetizado y apocalíptico “choque de civilizaciones” y al contrario, establecer un diálogo fecundo y auroral entre todas las religiones.
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