Una sociedad debe respetar y venerar a sus ancestros, a sus ilustres cenizas, inclusive recordarlos periódicamente y honrarlos debidamente, lo que no se puede ni se debe es ponerlos a gobernar y dirigir nuestro presente y mucho menos nuestro futuro. Tanto el uno como el otro son de la absoluta responsabilidad de las generaciones presentes.
Los griegos fueron grandes cuando hicieron decender a sus dioses del Olimpo y se dieron cuenta que solo podían depender de ellos mismos y su “razón”.
Recién terminados los procesos emancipadores en el Cono Sur, se puso de moda la siguiente frase: “Los libertadores nos libertaron, ahora quien no libera de los libertadores” queriendo significar con ello que los antiguos héroes se habían convertido en su mayoría en prepotentes y abusivos amos del poder y acumulado riquezas ostentosas y malhabidas.
En lo personal tengo un profundo respeto y admiración por Andrés Bello y Simón Rodríguez, pero evidentemente se que no podemos depender de ellos para entender y lidiar con los problemas propios de nuestro tiempo y en especial la problemática educativa sin menoscabo de que muchos de sus principios educativos puedan seguir teniendo vigencia como por ejemplo, educar en valores o democratizar la educación o como expresaba Comenio, había que lograr una “Educación de todo para todos”.
No hay peor experiencia que la necrofilia gobernando el presente y mucho menos tratando de limitar o encausar el impulso vitalista de cada generación. El tiempo siempre es joven y si hay un tiempo este está hacia adelante, sin menoscabo que en términos individuales cada persona en su ancianidad pueda pensar que su mejor tiempo quedó atrás. Nunca más sabia la expresión evangélica que cada cosa tiene su tiempo y que los muertos entierren a sus muertos. Cada generación es responsable de su destino y el proceso histórico no es más que la herencia acumulativa de una sociedad en el marco de una identidad progresiva y siempre haciéndose. No solo somos lo que fuimos sino lo que vamos siendo ya que toda identidad, como toda cosa viva, es creativa y abierta.
Los griegos fueron grandes cuando hicieron decender a sus dioses del Olimpo y se dieron cuenta que solo podían depender de ellos mismos y su “razón”.
Recién terminados los procesos emancipadores en el Cono Sur, se puso de moda la siguiente frase: “Los libertadores nos libertaron, ahora quien no libera de los libertadores” queriendo significar con ello que los antiguos héroes se habían convertido en su mayoría en prepotentes y abusivos amos del poder y acumulado riquezas ostentosas y malhabidas.
En lo personal tengo un profundo respeto y admiración por Andrés Bello y Simón Rodríguez, pero evidentemente se que no podemos depender de ellos para entender y lidiar con los problemas propios de nuestro tiempo y en especial la problemática educativa sin menoscabo de que muchos de sus principios educativos puedan seguir teniendo vigencia como por ejemplo, educar en valores o democratizar la educación o como expresaba Comenio, había que lograr una “Educación de todo para todos”.
No hay peor experiencia que la necrofilia gobernando el presente y mucho menos tratando de limitar o encausar el impulso vitalista de cada generación. El tiempo siempre es joven y si hay un tiempo este está hacia adelante, sin menoscabo que en términos individuales cada persona en su ancianidad pueda pensar que su mejor tiempo quedó atrás. Nunca más sabia la expresión evangélica que cada cosa tiene su tiempo y que los muertos entierren a sus muertos. Cada generación es responsable de su destino y el proceso histórico no es más que la herencia acumulativa de una sociedad en el marco de una identidad progresiva y siempre haciéndose. No solo somos lo que fuimos sino lo que vamos siendo ya que toda identidad, como toda cosa viva, es creativa y abierta.
Excelente nota profesor Lombardi, muy cierta en los tiempos que vivimos.
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