lunes, 6 de diciembre de 2010
Interpretar la realidad
“El ser humano no es tanto señor de la Historia cuando interprete de su situación histórica”, con esta idea pudiéramos resumir uno de los ejes conceptuales del pensamiento del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer (1900-2002). El otro concepto tiene que ver con el lenguaje que para el filósofo sólo puede existir como diálogo o coloquio,ya que piensa que la filosofía es fundamentalmente la interpretación del comportamiento humano, frente al mundo y este es esencialmente lingüístico. Gadamer hereda en 1949 la cátedra de Karl Jaspers (1883-1969) otro gran filósofo alemán en Heidelberg motivado al retiro de éste por su desilusión y amargura por la falta de conciencia de culpabilidad de los alemanes al término de la dictadura hitleriana. Gadamer fue discípulo de Heidegger (1879-1976) y una de sus tareas fue hacer accesible al maestro hermético en su terminología y lenguaje “con su poetización arcaico-esotérica” y su absolutización del yo cognoscente de la realidad a partir de la razón y la ciencia. Gadamer, a través del lenguaje y la hermenéutica, humaniza la filosofía al reconocerse en el diálogo en el otro, múltiple y diverso, y supera de alguna manera los límites cientifcistas que habían predominado en el pensamiento moderno. Gadamer es en plenitud un filósofo de nuestro tiempo, un contemporáneo del futuro, continuado de alguna manera por Habermas (1929).
Pudiéramos decir que Gadamer entendió la Universidad milenaria en su esencialidad ontológica e histórica como un espacio para el pensamiento libre, de diálogo científico, por encima de las disciplinas académicas y no vinculado ni mucho menos subordinado a ningún poder limitante. La Universidad se debe a la Sociedad más que al Estado, y su único compromiso es con la verdad científica y los valores. En estos tiempos de confusión e incertidumbre; de banalización y superficialidad, el filósofo llama la atención sobre el ser humano y sus responsabilidades, rechazando totalmente los proyectos utópicos amenazantes y peligrosos para la condición humana, como lo fue la idolatría nazi-fascista y comunista. La humanidad se ha empeñado siempre en proyectar mundos ideales como una necesidad de una u otra manera de recuperar el paraíso perdido y lo que termina construyendo en nombre de estos ideales son verdaderos infiernos en la tierra.
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