Nos guste o no, la
política es una condición del ser social (de lo contrario seríamos
“idiotas” en su significado griego para referirse a quienes sólo
se ocupan de sus asuntos privados). Igualmente son necesarios los
políticos y los partidos. “Si la política y los tan denostados
partidos sirven para algo es precisamente para integrar con una
cierta coherencia y autorización democrática las demandas que
surgen continuamente en el espacio de una sociedad abierta”.
(Daniel Innerarity). Sin menospreciar la experiencia política del
pasado, hay que entender, definitivamente que hay que re-inventar la
política, por la sencilla razón que la sociedad moderna, abierta,
plural y global se está reinventando continuamente. Las élites
tienden a aislarse y los partidos se quedan sin identidad, cuando se
ubican en un centro amorfo y terminan pareciéndose tanto entre sí,
que dejan de ser alternativas ya que los ciudadanos los perciben a
todos iguales. Élites y clases políticas, casi siempre en el
ejercicio del poder y los privilegios, terminan distanciándose de
las mayorías y de allí la falta de representatividad que terminan
ostentando. No otra es la causa de la aparición de movimientos casi
espontáneos, entre ellos los “indignados” y movimientos sociales
y juveniles diversos, ocupando espacios políticos abandonados por
los partidos y por nuevos espacios que la tecnología proporciona
como las dinámicas y actuales redes sociales. Este fenómeno se está
viviendo a plenitud en nuestro país con el creciente activismo
protagónico estudiantil, con altos niveles de participación y
creatividad y que trasciende a la oposición y al gobierno y se
convierte en un movimiento disidente y contracultural, muy definido
en la acción y todavía amorfo en cuanto a proyecto político
movilizador de la sociedad y que eventualmente pudieran derivar en
proyectos políticos alternativos. Parte de la confusión política
que estamos viviendo es precisamente la confusión entre lo que
pudiéramos calificar de la vieja y la nueva política y cómo, tanto
en el partido de gobierno como en los partidos de oposición, éstos
fenómenos emergentes, incluido el concepto de sociedad civil, no
terminan de ser entendidos y mucho menos asumidos especialmente a
partir del celo que provoca una “competencia” no prevista para la
movilización social y la participación política.
martes, 22 de abril de 2014
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