Sin caer en el mecanicismo histórico marxista y mucho menos en el
determinismo económico, pero sin lugar a dudas no puede entenderse y
explicarse el último siglo venezolano sin recurrir a lo que ha
significado el petróleo para el país en todo sentido. Este mineral,
que en el subsuelo no tiene ningún valor económico, extraído,
producido y distribuido se convierte en uno de los productos más
apetecidos y rentables para la economía moderna que como se sabe
funciona a partir de las fuentes de energía. El petróleo, en las
primeras décadas del siglo pasado fue explotado por transnacionales
norteamericanas y anglo-holandesas, y el país por concepto de renta
recibía una ganancia absolutamente marginal con respecto al valor
real del producto. En 1943, el Estado venezolano, no sólo fue
incrementando su participación en la renta petrolera sino que se
involucró progresivamente en el manejo de la industria, hasta
culminar con la nacionalización en 1976, siendo mas una estatización
de la industria que una verdadera nacionalización.
Desde 1922 hasta hoy, la economía venezolana ha dependido
fundamentalmente de estos ingresos petroleros creando una distorsión
que se conoce con el nombre de “efecto Venezuela” que significa,
básicamente, una economía importadora de puerto y una sociedad
vorazmente consumista, alcanzando su mayores niveles de perversión
en los momentos en que los precios del petróleo eran más altos en
el mercado mundial y los ingresos se multiplicaron aceleradamente,
así es como se habla de un primer boom petrolero en la década de
los 70 del siglo pasado y en esta primera década comenzando el siglo
XXI. Paradójicamente, mientras más dinero entraba más aumentaba la
corrupción, el despilfarro y la ineficiencia, de allí que el
llamado “efecto Venezuela”, terminó siendo un mal ejemplo para
el mundo de lo que no debe hacerse en materia de economía política.
Gracias a la renta petrolera pudiéramos sintetizar la historia del
último siglo como 70 años de progreso del país en todos los
órdenes, convirtiéndonos en una economía y una sociedad exitosa,
hasta los últimos 30 años de una crisis recurrente, de un país
empobreciéndose y unas élites desorientadas pero que no dejan de
seguir consumiendo improductivamente la renta petrolera.
En la percepción psicológica y sociocultural del venezolano el
petróleo es lo mejor y lo peor que nos ha pasado y así se expresa
en nuestra literatura al identificar a Mr. Danger como la principal
amenaza al desarrollo del país y que terminó calificando al
petróleo como excremento del diablo. Al final no es el petroleo
culpable de nada sino quienes lo han administrado, los diversos
gobiernos, que desde Gómez hasta hoy lo siguen haciendo con total
arbitrariedad y distribuyendo la renta producida para formar una
burguesía nacional siempre vinculada al poder político y una
población que se acostumbró a una expectativa de derechos sin
responsabilidades y que en términos políticos permitió alimentar
una concepción del Estado y del gobierno básicamente populista.
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