Se
utiliza el concepto UN TODO VACIO para referirse a esas palabras o
lenguajes altisonantes, que pretendiendo decir mucho no dicen nada.
También pudiéramos referirnos a la vanidad exagerada o vana-gloria
o simplemente al ego inflado. Como categoría política UN TODO VACIO
es una pretendida idea o teoría, una teoría, cuyos fundamentos
están más en la imaginación que en la realidad y que terminan
siendo proyecciones ideales o utópicas de fantasías o ilusiones
políticas y así es como hemos terminado asumiendo teóricamente el
llamado socialismo del siglo XXI, una proyección irreal o
manipulación lingüística de una ambición de poder personal y un
proyecto político hegemónico totalitario. Si hablamos de socialismo
en términos históricos solo conocemos el del pasado, concretamente
el del siglo XX y allí caben solo dos posibilidades o es el llamado
socialismo democrático o el comunismo real, practicado desde 1917 en
la Unión Soviética y en todos los demás países comunistas
incluida nuestra cercana Cuba. Referir el socialismo al siglo XXI, es
decir, al futuro es irreal y manipulador ya que nadie sabe realmente
los que no va a deparar este siglo XXI que apenas comienza.
Resulta
engañoso utilizar ideas y lenguajes del pasado para pretender
definir el futuro y casi siempre lo que sucede es que se convierten
en mascaras ideológicas para disfrazar u ocultar proyectos de poder
muy terrenales y que tienen que ver con personas e intereses
concretos. En Venezuela no hay un socialismo del siglo XXI mas allá
de la publicidad y del mito. Venezuela no solo no ha cambiado si no
que en los últimos 15 años se han consolidado las viejas
estructuras de una economía petrolera rentista-populista, con un
fuerte acento en la corrupción. Las desigualdades sociales y
económicas siguen presentes, más vigorosas que nunca. Lo único
novedoso son los nuevos ricos de la burguesía y una nomenklatura
formada por funcionarios de alto nivel provenientes del mundo
partidista y sectores económicos y militares Definitivamente el
futuro no se construye sobre un todo vacio si no sobre realidades y
proyectos colectivos compartidos democráticamente, en donde las
oportunidades sean reales para todos y las posibilidades formen
parte, no sólo de las expectativas sociales generales sino de la
preparación y el esfuerzo propio de cada persona. Es lo que sucede
en los procesos históricos cuando los individuos dejan de ser
“objetos” de la historia y se convierten en “sujetos” de la
misma, protagonistas de su propio destino, sin intermediación de
mesías ni demagogos.
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