domingo, 6 de abril de 2014

"Un todo vacío"


Se utiliza el concepto UN TODO VACIO para referirse a esas palabras o lenguajes altisonantes, que pretendiendo decir mucho no dicen nada. También pudiéramos referirnos a la vanidad exagerada o vana-gloria o simplemente al ego inflado. Como categoría política UN TODO VACIO es una pretendida idea o teoría, una teoría, cuyos fundamentos están más en la imaginación que en la realidad y que terminan siendo proyecciones ideales o utópicas de fantasías o ilusiones políticas y así es como hemos terminado asumiendo teóricamente el llamado socialismo del siglo XXI, una proyección irreal o manipulación lingüística de una ambición de poder personal y un proyecto político hegemónico totalitario. Si hablamos de socialismo en términos históricos solo conocemos el del pasado, concretamente el del siglo XX y allí caben solo dos posibilidades o es el llamado socialismo democrático o el comunismo real, practicado desde 1917 en la Unión Soviética y en todos los demás países comunistas incluida nuestra cercana Cuba. Referir el socialismo al siglo XXI, es decir, al futuro es irreal y manipulador ya que nadie sabe realmente los que no va a deparar este siglo XXI que apenas comienza.
Resulta engañoso utilizar ideas y lenguajes del pasado para pretender definir el futuro y casi siempre lo que sucede es que se convierten en mascaras ideológicas para disfrazar u ocultar proyectos de poder muy terrenales y que tienen que ver con personas e intereses concretos. En Venezuela no hay un socialismo del siglo XXI mas allá de la publicidad y del mito. Venezuela no solo no ha cambiado si no que en los últimos 15 años se han consolidado las viejas estructuras de una economía petrolera rentista-populista, con un fuerte acento en la corrupción. Las desigualdades sociales y económicas siguen presentes, más vigorosas que nunca. Lo único novedoso son los nuevos ricos de la burguesía y una nomenklatura formada por funcionarios de alto nivel provenientes del mundo partidista y sectores económicos y militares Definitivamente el futuro no se construye sobre un todo vacio si no sobre realidades y proyectos colectivos compartidos democráticamente, en donde las oportunidades sean reales para todos y las posibilidades formen parte, no sólo de las expectativas sociales generales sino de la preparación y el esfuerzo propio de cada persona. Es lo que sucede en los procesos históricos cuando los individuos dejan de ser “objetos” de la historia y se convierten en “sujetos” de la misma, protagonistas de su propio destino, sin intermediación de mesías ni demagogos.

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