En Venezuela, la
Democracia en los últimos 15 años se ha venido “achicando”
hasta casi diluirse en un gobierno con fuerte tendencia al
autoritarismo y un proyecto ideológico claramente totalitario,
sustentado en el pensamiento único y una hegemonía en el poder que
niega de manera clara la posibilidad de la alternabilidad. La
hegemonía gobernante estructurada en torno a Chávez es diversa y
difusa, aunque cada sector, perfectamente identificable. Esta
hegemonía terminó configurando una autocracia populista (gracias a
la generosa y abundante renta petrolera y a una tradición populista
existencial y clientelar muy estructurada en la tradición política
latinoamericana). Esta hegemonía política se configura sobre grupos
y clanes de poder, civiles y militares cuyos ejes más importantes
son una izquierda tradicional fuertemente anclada e influida en el
modelo cubano y una activa logia militar de origen conspirativo. En
su primera fase, 1999-2002, el ideologo visible terminó siendo el
argentino Norberto Ceresole, con su peregrina tesis de corte
autoritario-totalitario: “Un caudillo, un pueblo, un ejercito”
que tanto recuerda en la experiencia histórica reciente el
nazi-fascismo-comunismo-franquismo.
Después de los
acontecimientos de abril 2002, intento de golpe de estado para
algunos y vacío de poder según sentencia del Tribunal Supremo de
Justicia de la época, el caudillo aprendió la lección y se
atrincheró en el poder con ánimo de perpetuidad, asumiendo la
“franquicia cubana”, exitoso modelo político de dictadura
comunista de más de medio siglo. Lo importante no es el desarrollo
del país y la democracia sino “atornillarse en el poder”,
sometiendo a la sociedad a un control férreo y una manipulación
propagandística sostenida. Fracaso económico y social pero exitoso
modelo político de dominación y permanencia en el poder y es así
como llegamos, 15 años después, a este pobre país rico arruinado,
desmoralizado y lleno de incertidumbres. El poder cautivo con el
secuestro de todos los poderes públicos delinea una democracia sui
géneris que en algunos momentos se confunde con una dictadura
también sui géneris. Más que de socialismo del siglo XXI se puede
hablar de un modelo político, paradójicamente definido como
postmoderno, siendo profundamente anacrónico. Para acentuar la
paradoja, estamos en presencia de un ensayo político económico, ya
asumido por Cuba que no es otro que el modelo Chino, un Estado
autoritario con una economía de capitalismo salvaje. Este tipo de
paradojas, creo ha ayudado a hacer difícil, conceptualmente,
establecer la naturaleza del régimen y quizá ellos haya dificultado
a la oposición desarrollar una estrategia político electoral
alternativa exitosa y que hoy por hoy se manifiesta en la doble
estrategia de calle y diálogo en curso, que a veces se perciben como
estrategias complementarias y en otro momento como antagónicas para
confusión de la ciudadanía.
Sin lugar a dudas la
crisis venezolana, en pleno desarrollo, tiene que ser canalizada en
el marco Constitucional y respeto absoluto a los Derechos Humanos,
con realismo político pero al mismo tiempo con la claridad
conceptual de que el proyecto democrático no puede ser sacrificado.
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