miércoles, 30 de abril de 2014

Política sin Democracia


En Venezuela, la Democracia en los últimos 15 años se ha venido “achicando” hasta casi diluirse en un gobierno con fuerte tendencia al autoritarismo y un proyecto ideológico claramente totalitario, sustentado en el pensamiento único y una hegemonía en el poder que niega de manera clara la posibilidad de la alternabilidad. La hegemonía gobernante estructurada en torno a Chávez es diversa y difusa, aunque cada sector, perfectamente identificable. Esta hegemonía terminó configurando una autocracia populista (gracias a la generosa y abundante renta petrolera y a una tradición populista existencial y clientelar muy estructurada en la tradición política latinoamericana). Esta hegemonía política se configura sobre grupos y clanes de poder, civiles y militares cuyos ejes más importantes son una izquierda tradicional fuertemente anclada e influida en el modelo cubano y una activa logia militar de origen conspirativo. En su primera fase, 1999-2002, el ideologo visible terminó siendo el argentino Norberto Ceresole, con su peregrina tesis de corte autoritario-totalitario: “Un caudillo, un pueblo, un ejercito” que tanto recuerda en la experiencia histórica reciente el nazi-fascismo-comunismo-franquismo.
Después de los acontecimientos de abril 2002, intento de golpe de estado para algunos y vacío de poder según sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de la época, el caudillo aprendió la lección y se atrincheró en el poder con ánimo de perpetuidad, asumiendo la “franquicia cubana”, exitoso modelo político de dictadura comunista de más de medio siglo. Lo importante no es el desarrollo del país y la democracia sino “atornillarse en el poder”, sometiendo a la sociedad a un control férreo y una manipulación propagandística sostenida. Fracaso económico y social pero exitoso modelo político de dominación y permanencia en el poder y es así como llegamos, 15 años después, a este pobre país rico arruinado, desmoralizado y lleno de incertidumbres. El poder cautivo con el secuestro de todos los poderes públicos delinea una democracia sui géneris que en algunos momentos se confunde con una dictadura también sui géneris. Más que de socialismo del siglo XXI se puede hablar de un modelo político, paradójicamente definido como postmoderno, siendo profundamente anacrónico. Para acentuar la paradoja, estamos en presencia de un ensayo político económico, ya asumido por Cuba que no es otro que el modelo Chino, un Estado autoritario con una economía de capitalismo salvaje. Este tipo de paradojas, creo ha ayudado a hacer difícil, conceptualmente, establecer la naturaleza del régimen y quizá ellos haya dificultado a la oposición desarrollar una estrategia político electoral alternativa exitosa y que hoy por hoy se manifiesta en la doble estrategia de calle y diálogo en curso, que a veces se perciben como estrategias complementarias y en otro momento como antagónicas para confusión de la ciudadanía.
Sin lugar a dudas la crisis venezolana, en pleno desarrollo, tiene que ser canalizada en el marco Constitucional y respeto absoluto a los Derechos Humanos, con realismo político pero al mismo tiempo con la claridad conceptual de que el proyecto democrático no puede ser sacrificado.

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