La realidad étnica y demográfica del
país, para finales del siglo XVIII, es según Gil Fortoul la siguiente: 12000
peninsulares; 200.000 criollos; 120.000 indios y 406.000 gentes de color. La mitad de la población estaba constituída
por los pardos, en una sociedad estamental y rígidamente conformada por
castas. Para Gil Fortoul esta realidad
es negativa e implica una negación del progreso social. Una minoría que vive en la molicie y en el
lujo y una mayoría en la indigencia y en la degradación.
Trescientos
años de dominación colonial posibilitó una estructura social cerrada y
negativa.
Según
esta visión de la historia nuestros males son de origen: hay un pecado original
americano que nos condena al atraso: una
población mayoritariamente mestiza, de color.
En otras palabras, la culpa de nuestro atraso y de nuestros males, la
tienen indios y negros, teoría muy en boga en el siglo XIX, que se ha filtrado
hasta el siglo XX, y que respondía y responde a los intereses colonialistas del
momento teoría determinista y racista del proceso social, que le niega a estos
países toda posibilidad de progreso y desarrollo autónomo, a menos que se
proceda a una nueva mezcla para <>, de allí las
ideologías y políticas inmigracionistas postuladas por los más diversos autores
y gobiernos en el siglo XIX hispanoamericano.
Gil Fortoul no va a lograr ir más allá del pensamiento dominante de su
época, dentro de una concepción conservadora del mundo.
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