domingo, 14 de febrero de 1999

El Miedo del Siglo XX



Es difícil caracterizar a nuestro siglo, pero en su complejidad el miedo ha sido el sentimiento dominante.  Siglo sin Dios, asumió la finitud existencial sin esperanza.  Igualmente la fe en el progreso, como ley de la historia, pertenece al pasado.  Se desconfía del futuro y se recela de la propia revolución científico-técnica.  El “otro” ha sido asumido como enemigo.  La crisis permanente en todos los ordenes es la característica dominante.  El holocausto se ha convertido en una posibilidad real.  El poder se ha centralizado, absolutizado y despersonalizado mientras el ser humano ha sido rebajado a simple objeto.  La libertad y la igualdad vuelven a ser percibidas como utopías.  Todo un ciclo histórico y su cultura han entrado en agonía durante nuestro siglo XX.  Una manera de ser hombre, la europea, se rinde cuenta a sí misma y se apresta a ser revelada.  Nuevos pueblos y nuevos retos se disputan el futuro.  Los artistas y escritores han sido siempre los más sensibles a las crisis históricas, inclusive se les anticipan.  La crisis europea del siglo XX fue asumida y reflejada en muchos creadores y obras, pero particularmente por Franz Kafka (1883/1924), escritor atormentado de los abismos humanos, que sumió la soledad y la vocación literaria como un destino y una expiación, escindido entre varias culturas y religiones, nadie se sintió más fuera de época que él y nadie expresó mejor el problema fundamental de nuestro tiempo; el poder como aniquilador de la persona.  Él, el más débil e insignificante de los mortales, atemorizado por la vida, extento de todo poder, intentó y fue capaz de sustraerse al poder bajo todas sus formas.  “De todos los escritores, Kafka es el mayor experto en materia de poder, lo ha vivido y configurado en cada uno de sus aspectos”.  (Elías Caentti).

            Kafka sabe que el valor fundamental de un ser humano es su dignidad, la peor agresión, la humillación y las más degradante, la pobreza.  El se sabe formando parte de esa humanidad agredida, de los humillados y ofendidos de la tierra, en donde la humillación es cotidiana, “de cada día y cada hora”.
            Sus héroes son los héroes y anónimos del miedo; se han desposado con la angustia y el absurdo, abandonados por al esperanza, siempre víctimas.  La excepción es la novela “América”, la cual, según Canetti, es la obra menos desesperada y perturbadora de Kafka.  En el “Proceso” Josef K., es sometido a un proceso absurdo frente a un tribunal invisible, ignora de que se le acusa, sin juicio es condenado y degollado.  En el “Castillo” K., agrimensor, es llamado a un castillo en el cual nunca logra penetrar, ni averiguar quién y para qué lo llaman y muere ignorándolo todo.  Para Jorge Luis Borges “Dos ideas –mejor dicho, dos obsesiones- rigen la obra de Franz Kafka.  La subordinación es la primera de las dos; el infinito y la segunda.  En casi todas sun ficciones hay jerarquías y esas jerarquías son infinitas”.  En pocos autores la biografía es tan esclarecedora de la obra, como en el caso de Kafka.  Judío checo de cultura alemana, nunca logra asumir ni superar la figura paterna, ni asumir su propio cuerpo que lo avergonzaba; hipocondríaco y neurótico, aterrorizado frente al matrimonio, detestaba prácticamente todo de la vida, con excepción de la literatura, vocación obsesiva de escritor que no impide el deseo de autoinmolación al ordenar a su amigo Max Brod que destruya todo lo que había escrito.  Su identidad judía lo persiguió siempre, como buen judío vivía de obsesiones, miedos seculares y de una tenaz esperanza.
            Su peregrinaje existencial gira en torno a la identidad y al desarraigo, como a su pueblo le toca asumir y sufrir el exilio, la culpa y la expiación (pecado, castigo y consuelo).  El destino es la inalcanzable tierra prometida, vislumbrada, pero no poseída (Moisés), igual que sus personajes, Kafka es condena a nunca pasar del umbral, (con enormes necesidades afectivas, pero incapaz de amar.
            Autor y obra se confunden, el horror y la angustia frente al absurdo  y al poder identifican la vida y la obra de Franz Kafka, sentimiento trágico de la vida y del mundo que igualmente identifican nuestro siglo XX.
            El ser humano está destinado a ser víctima del mundo cuyo poder nos aplasta: “Yo estaba indefenso, confrontado con la figuar que, sentada tranquilamente, fijada su mirada sobre la mesa.  Daba vueltas en torno de ella y sentí que me estrangulaba.  En torno de mí daba vueltas un tercero, que se sentía estrangulado por mí.  En torno del tercero daba vueltas un cuarto, que se sentía estrangulado por él.  Y todo ello proseguía hasta la rotación de las constelaciones y aún más allá.  Todo se sentía asido por el cuello.

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