En la tradición hispana moderna, es tan recurrente el personaje dictatorial que ha merecido una importante atención de nuestros escritores. De los primeros, Valle Inclán, con su emblemático “Tirano Banderas”. En nuestra América Miguel Ángel Asturias con su “Sr. Presidente” y después otros muchos escritores se dedicaron al tema como Uslar Pietri, Vargas Llosa, García Márquez, Alejo Carpentier y Augusto Roa Vastos con su canónico y consagrado “Yo el Supremo”.
El caudillo es un arcaísmo absoluto de sociedades insuficientementes evolucionadas y fuertemente mineralizadas en su cultura y mentalidad ancestral.
El caudillo en sentido primario, es el proveedor y el protector, en los pueblos recolectores y cazadores. En las sociedades agrícolas se convierte en el acaparador y el distribuidor de los alimentos y en las sociedades más evolucionadas es el que nos “protege”. A cambio de esto, el caudillo es el jefe, que se convierte en monarca.
Nuestros tiranos y dictadores, sólo pueden ser explicados en esta perspectiva antropológica y psico – patológica. Los pueblos poco evolucionados y las sociedades en crisis o “enfermas” tienden a producirlos en abundancia. En Venezuela hemos sido pródigos en caudillos y jefes, la mayoría por no decir todos terminaron enriquecidos y fuera del poder; con la excepción de Juan Vicente Gómez, cuyo fantasma sigue vagando por allí; confiamos que las “luces” del siglo XXI, terminen derrotándolo. No creo que los Venezolanos perdimos totalmente el siglo pasado ni vamos a entrar en el siglo XXI en 1936, como dijera Mariano Picón Salas del siglo XX.
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