No sé si el único e
insustituible candidato del gobierno va a ser derrotado el 7 de
Octubre, espero que sí, pero lo que percibo es que estamos en las
postrimerías de un ciclo de un proyecto de poder, una elipsis de una
ambición, que empezó auspicioso en 1992 y 20 años después luce
agotado, envejecido, repetitivo y enfermo (y con ésto último no me
refiero a su presunta enfermedad) sino a un régimen enfermo,
indigestado de petrodólares y corrupción. A un gobierno fracasado y
a una retórica ahogada en promesas. Desde cualquier punto que se
mire Venezuela no está bien, cualquiera sea el indicador que
tomemos. La prometida inclusión es un fracaso con 65 venezolanos de
cada 100 obligados a la precariedad y riesgos de la economía
informal. Las oportunidades educativas naufragan en la improvisación
y la baja calidad de la educación, sin oportunidad de un empleo
productivo y con la calidad de vida que la modernidad nos promete y
ofrece. Carreteras, servicios en general y seguridad absolutamente
deteriorados. En materia de soberanía, tan cacareada por el régimen,
por su enfrentamiento verbal con el imperio, ha disimulado o
escondido un entreguismo obsceno a otros intereses internacionales
como si el capitalismo brasileño y ruso fuera diferente al
capitalismo norteamericano y es vergonzante las relaciones con Irán
y Bielorusia y lo que es absolutamente inaceptable es la relación
incestuosa con Cuba, país que prácticamente ha copado todos
nuestros niveles de funcionamiento y seguridad, empezando por la
propia seguridad del presidente, así como instituciones estratégicas
como las fuerzas armadas, registros y notarias, sistema nacional de
identificación, puertos y aeropuertos, lo que nos permite decir que
en la práctica hemos propiciado un ejercito de ocupación con
características muy bien definidas y a la par nos hemos convertido
en el sostén económico de un régimen fracasado como el cubano.
20 años es mucho
tiempo, inclusive para una crisis de larga duración como la nuestra,
que tiene que ver con el agotamiento del modelo rentista petrolero.
El actual gobernante ya excedió o por lo menos igualó en tiempo e
influencias a Páez, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Pérez Jiménez,
sólo le falta alcanzar la larga tiranía de Gómez con sus 27 años
de oprobioso poder. No creo que en pleno siglo XXI necesitemos otro
Gómez. El pasado siempre muere aunque tienda a persistir convertido
en fantasmas y demonios. Los pueblos soportan el pasado, por un
tiempo, pero siempre terminan reconciliándose con el futuro.
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