La campaña electoral
en curso luce, especialmente en el campo oficialista,
desproporcionadamente mediática y mágica. Un candidato
evidentemente limitado físicamente ha obligado a potenciar su
campaña mediática, contando con los inmensos recursos del Estado y
un CNE extremadamente permisivo con el presidente-candidato.
Como es lógico, el
candidato opositor está explotando sus ventajas, la juventud y el
vigor en primer lugar, que lo presenta deportivo y activo y además
con una estrategia inteligente que le ha permitido consolidar su
espacio natural de oposición y al mismo tiempo penetrar sectores
tradicionalmente vinculados al candidato del gobierno. De cumplirse
esta expectativa en el comando opositor se empieza a hablar de una
avalancha electoral que permitiría acumular entre 1 millón y 1
millón y medio de ventaja, es decir, un 10% o más. De ser así, al
gobierno, con todo y su ventajismo, le va a ser difícil minimizar o
maquillar el triunfo opositor con una votación manipulada. Si el
gobierno pierde, pero “gana”, como ocurrió en las
parlamentarias, nos precipitaríamos, sin lugar a dudas, en una
crisis de legitimidad y gobernabilidad que obligaría a las fuerzas
opositoras a exigir el reconocimiento de su victoria.
El oficialismo va a
insistir en el voto de interés y en el apoyo emocional y lógicamente
en la descalificación del adversario. A pesar de que la sociedades y
sus diversos sectores responden a intereses concretos, en la actual
campaña presidencial todavía no está claro el peso que va a tener
lo que he llamado el pensamiento mágico o chamanismo y la campaña
como espectáculo. Programas y propuestas pasan a un segundo lugar y
todo se reduce y resuelve en lo imaginario colectivo sobre bases
publicitarias y programáticas para “vender al candidato”.
Urge recuperar en
Venezuela el regreso a la razón, optar definitivamente por el futuro
y abandonar este anacronismo fracasado de los últimos 14 años. Creo
que el país lo ha venido entendiendo y de allí la ascendente
candidatura de Capriles Radonski, con su perfil de joven profesional,
honesto y competente y una experiencia de gobierno que lo avala como
excelente gerente y buen administrador. No otra cosa necesita el
país, ya basta de chamanismo y espectáculo y se hace necesario
conquistar a plenitud un gobierno moderno, que se caracteriza por su
eficiencia y pulcritud, que es un gobierno temporal y alternativo y
una democracia perfectible y en ascenso y la construcción de la
necesaria república federal diferida desde hace 200 años.
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