sábado, 5 de febrero de 2011

Ambición de poder

“Guzmán, elipsis de una ambición de poder” es un magistral ensayo de carácter histórico de Ramón Díaz Sánchez (1903-1968) sobre el ascenso y caída de una de nuestros dictadores más emblemáticos: Antonio Guzmán Blanco. La historia republicana de Venezuela de 1830 hasta nuestros días es una reiteración casi ritual de estos “hombres providenciales” que cada tanto tiempo genera nuestra precaria sociedad llena de limitaciones educativas y culturales. El poder personalizado, tanto es así que un simple alcalde o gobernador utilizan su nombre e imagen para identificar espacios públicos y nomenclaturas urbanas, obligando al cambio inevitable y al gasto innecesario consiguiente cuando cambia el mandatario. Un buen ejemplo lo tenemos en la vecina República Dominicana cuyo tirano, Trujillo llegó a denominar a la capital como “Ciudad Trujillo”. En nuestra historia política la ambición de poder lo es todo: José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, galería de tiranos y dictadores que lo tipifican sobradamente, pero también en nuestros caudillos civiles existió esta tentación, esta abusiva personalización del poder, a este apego enfermizo a la eternidad del poder, desconociendo un hecho cierto que con excepción de Juan Vicente Gómez, todos salieron del poder y la mayoría de manera infamante. Así va a volver a suceder, todo proceso histórico y particularmente los procesos políticos se definen fundamentalmente por estas elipsis de auge y caída inevitable tal como ha quedado establecido en la Historia Universal y tal como lo expresó Maquiavelo en el Príncipe y que denominó los momentos del poder, es decir cómo y cuando se alcanza éste y cómo y de qué manera se conserva siendo la principal tentación alcanzarlo de cualquier manera sin ningún tipo de escrúpulo o moral limitante y mantenerlo a como de lugar sin moral o de manera inmoral. La historia humana tiende a ser recurrente y los aprendizajes socio-históricos tienden a ser lentos y de allí el empecinamiento de volver a repetir nuestros errores tal como dijera en su famosa frase Santayana, y no tenemos la menor duda que así va a suceder con este absurdo e irracional proyecto político, que en pleno siglo XXI sigue empecinado en ubicar en tiempos pasados.

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