El tsunami político en el norte de África viene arrasando con los diversos gobiernos de la región. El inicio fue en Túnez, como siempre por un hecho fortuito e impredecible que provocó en pocos días la caída del dictador, con 23 años en el poder, en la llamada revolución de los jazmines. Las sociedades reprimidas y empobrecidas en algún momento logran reaccionar y su ira es invencible. El miedo y la represión son derrotados y el ansia de libertad y el derecho a una vida digna y mejor de todo un pueblo, se convierten en verdaderos motores de la historia, como diría el filósofo italiano Benedetto Croce, inspirado en Hegel y Kant, y en general en la Ilustración, la historia como hazaña de la libertad.
El movimiento de protesta masiva continúa, particularmente en Egipto, el país más importante de la región y el de mayor peso geo-político, en donde coroneles ambiciosos, con un discurso nacionalista y un difuso y equívoco socialismo árabe impusieron a sus pueblos una dictadura de medio siglo llena de represión y miseria. Primero fue Nasser, después el heredero Sadat y luego Mubarak, este con casi 30 años en el poder y preparando a su hijo para la sucesión. El norte de África se mueve y todo el Medio Oriente y el Golfo Pérsico con sus teocracias y monarquías anacrónicas que en pleno siglo XXI pretenden prolongar el feudalismo islámico con su secuela de miseria y fanatismo.
Si estos movimientos de fuerte impacto político terminan liderizados por las fuerzas progresistas y modernas de esos países, la democracia, la modernidad y el desarrollo será el norte deseado de esas sociedades y para nosotros es lo deseable. En cambio, si la ira colectiva es canalizada y aprovechada por los fundamentalistas (que los hay y en abundancia) para acceder al poder y fundar repúblicas coránicas a la manera de Arabia Saudita o Irán, los peores pronósticos pueden ser hechos y la ruptura de los débiles equilibrios de la zona pueden conducirnos directamente a situaciones de gran complejidad y grandes dificultades. En la lista, hasta ahora se han agregado el Yemén y Jordania y el propio Líbano, países precarios y conflictuados en todo sentido, si a ello agregamos la cercanía a Israel y las amenaza Sirio-Iraníes en sus relaciones con el Estado judío la palabra tsunami que usamos al principio deja de ser una exageración y se convierte en una amenaza real para la estabilidad global.
sábado, 5 de febrero de 2011
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