En Venezuela el comunismo y el modelo cubano es rechazado por el 80% de la población pero quizá el problema ni siquiera sea tratar de implantar este nefasto modelo, sino simplemente perpetuarse en el poder con una ambición sin límite de un personaje que, como dijera el General Peñaloza, su único proyecto de país es el proyecto personal de permanecer en el poder para siempre.
En Venezuela y en general en cualquier parte del mundo si algo tipifica a los llamados hombres de poder es el instinto y la vocación enfermiza por conseguirlo o como diría Nietzsche, una voluntad de poder. Los caudillos militares y civiles de nuestra historia lo emblematizan de manera suficiente. La otra cara de la moneda tiene que ver con las sociedades que propician este tipo de liderazgos, que de hecho generan y acompañan estos liderazgos mesiánicos y que frente al poder se humillan y se tratan de aprovechar. Afortunadamente en Venezuela, gracias a la evolución democrática conocida en el siglo XX un poco más de la mitad del país ha entendido que con los caudillos y las dictaduras no hay futuro y que solo en la medida que una sociedad genere empleo productivo y la educación necesaria para la convivencia y el respeto es que es posible construir un porvenir de paz y progreso.
Para la sabiduría política romana la dictadura solo se justificaba en tiempos calamitosos pero por un tiempo determinado no mayor de 6 meses y siempre con una responsabilidad frente al Senado y a los ciudadanos romanos. La historia está plagada de dictadores y dictaduras y el siglo XX no fue una excepción, pero si algún aprendizaje debemos asumir como humanidad es que no hay sistema político mejor que una democracia con todas sus limitaciones e imperfecciones y que esta en su dinámica siempre es perfectible y en donde el interés colectivo nunca sacrifica ni la dignidad ni la libertad personal. Aparentemente la humanidad ha ido aprendiendo la lección y hoy la mayoría de nuestro países se definen e identifican como democráticos y solo una minoría de países siguen aferrados a ese anacronismo inhumano de las dictaduras personales, dinásticas o ideológicas. Venezuela, quiero creerlo, apostó para siempre por un sistema democrático perfectible y eso ha hecho posible que el actual proyecto político autoritario no termine de consolidarse.
sábado, 5 de febrero de 2011
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