Con estas palabras resumía G.B. Vico, filósofo italiano del siglo XVII su teoría de la historia pendular. Observador agudo del proceso histórico se había dado cuenta como esta tiende a oscilar hacia los extremos pero al mismo tiempo buscando siempre un punto de equilibrio dinámico hacia el centro.
La historia está hecha por seres humanos y estos tienden a no cambiar a repetirse a sí mismos, pero al mismo tiempo su razón produce el fenómeno de la ciencia y la tecnología que hace inevitable los cambios, de allí que en un plano social, económico y político la historia es un cambio permanente en el tiempo y en el espacio, es decir, la historia siempre se mueve hacia adelante, aunque no de manera lineal ni armónica, en consecuencia el conflicto y las diferencias son consubstanciales a la condición humana y por ende a la historia.
En América Latina después de la llamada década perdida de los 80 del siglo XX y de los 90, dominada por una visión y una política neo-liberal o de capitalismo salvaje y ante el fracaso evidente de estas políticas con sociedades cada vez más empobrecidas y cada vez con un mayor número de pobres era inevitable, que comenzando el siglo XXI, América Latina asumiera una onda política hacia la izquierda. Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Mesa en Bolivia, Lagos en Chile, Lucio Gutiérrez en Ecuador y ahora Tabaré Vázquez en Uruguay. En los próximos años la historia someterá a prueba estas políticas y si no son exitosas en el corto plazo en su combate contra la pobreza inevitablemente nuestros procesos políticos volverán a oscilar hacia la derecha.
Ojalá algún día podamos evadir este fatalismo pendular y lograr construir un centro político inteligente que “produzca como capitalista y distribuya como socialista” que no sacrifique ni la libertad ni la democracia y respete a ultranza la dignidad y los derechos humanos. El siglo XXI espera por nosotros.
La historia está hecha por seres humanos y estos tienden a no cambiar a repetirse a sí mismos, pero al mismo tiempo su razón produce el fenómeno de la ciencia y la tecnología que hace inevitable los cambios, de allí que en un plano social, económico y político la historia es un cambio permanente en el tiempo y en el espacio, es decir, la historia siempre se mueve hacia adelante, aunque no de manera lineal ni armónica, en consecuencia el conflicto y las diferencias son consubstanciales a la condición humana y por ende a la historia.
En América Latina después de la llamada década perdida de los 80 del siglo XX y de los 90, dominada por una visión y una política neo-liberal o de capitalismo salvaje y ante el fracaso evidente de estas políticas con sociedades cada vez más empobrecidas y cada vez con un mayor número de pobres era inevitable, que comenzando el siglo XXI, América Latina asumiera una onda política hacia la izquierda. Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Mesa en Bolivia, Lagos en Chile, Lucio Gutiérrez en Ecuador y ahora Tabaré Vázquez en Uruguay. En los próximos años la historia someterá a prueba estas políticas y si no son exitosas en el corto plazo en su combate contra la pobreza inevitablemente nuestros procesos políticos volverán a oscilar hacia la derecha.
Ojalá algún día podamos evadir este fatalismo pendular y lograr construir un centro político inteligente que “produzca como capitalista y distribuya como socialista” que no sacrifique ni la libertad ni la democracia y respete a ultranza la dignidad y los derechos humanos. El siglo XXI espera por nosotros.
Eres un genio hermano
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