El pensamiento humano y la vida social están permanentemente contaminados de mitos y mitologías, es decir, ideas y representaciones irreales y supersticiosas. En el campo histórico-político, escenario donde predomina casi de manera absoluta los intereses y la irracionalidad, el mito tiende a imponerse y prevalecer.
En América Latina, igual que en América del Norte, prevalece un mito de origen, tanto en su versión Católica como Protestante sumamente distorsionador de la realidad. En el Norte se creen la tierra prometida, el paraíso en la tierra; igual que los judíos se creen el pueblo elegido, así se creen los norteamericanos.
Mientras que en la otra América nos hemos creído aquello que somos la utopía, tierras y pueblos destinados por la providencia a encarnar la sociedad perfecta, la república ideal. Esta polarización mitológica entre el pueblo elegido hoy y el pueblo elegido mañana ha creado un antagonismo ideológico y cultural, simbolizado a nivel literario e intelectual por el libro de J. E. Rodo, Ariel, y el Arielismo; es decir la falsa confrontación entre Ariel y Calibán; espíritu y materia. Dialéctica falsa y a- histórica pero que le ha dado provecho político a muchos, entre otros a Fidel Castro quien convertido en paladín de un sentimiento generalizado en Latinoamérica, de anti-yanquismo le ha permitido disfrazar y disimular su larga y brutal autocracia.
Razón tenía Lenín cuando se refería al Izquierdismo como una enfermedad infantil, es decir, una enfermedad propia de una edad pre-lógica y pre-científica.
La Derecha igualmente tonta y negadora de la realidad ha llegado a creer que puede disfrutar de su bienestar sin distribuir y compartir, ni asumir a los pobres. Ni entiende ni quiere ver la pobreza porque son élites ausentes que se empeñan en repúblicas débiles y autoritarias. Derecha e Izquierda en América Latina viven más de mitos que de realidades por eso terminan gobernando líderes populistas y las fuerzas armadas, es decir la realidad del poder que descansa sobre la fuerza y la limosna; el miedo y la complacencia, generando sociedades débiles y cómplices. La historia para que sea progresiva y civilizadora tiene que ser real en términos racionales; los “gringos” subsumieron sus mitos en una ideología imperialista, nosotros en América Latina en una ideología escapista y consoladora sin asumir nuestras realidades y por consiguiente nuestras responsabilidades.
En América Latina, igual que en América del Norte, prevalece un mito de origen, tanto en su versión Católica como Protestante sumamente distorsionador de la realidad. En el Norte se creen la tierra prometida, el paraíso en la tierra; igual que los judíos se creen el pueblo elegido, así se creen los norteamericanos.
Mientras que en la otra América nos hemos creído aquello que somos la utopía, tierras y pueblos destinados por la providencia a encarnar la sociedad perfecta, la república ideal. Esta polarización mitológica entre el pueblo elegido hoy y el pueblo elegido mañana ha creado un antagonismo ideológico y cultural, simbolizado a nivel literario e intelectual por el libro de J. E. Rodo, Ariel, y el Arielismo; es decir la falsa confrontación entre Ariel y Calibán; espíritu y materia. Dialéctica falsa y a- histórica pero que le ha dado provecho político a muchos, entre otros a Fidel Castro quien convertido en paladín de un sentimiento generalizado en Latinoamérica, de anti-yanquismo le ha permitido disfrazar y disimular su larga y brutal autocracia.
Razón tenía Lenín cuando se refería al Izquierdismo como una enfermedad infantil, es decir, una enfermedad propia de una edad pre-lógica y pre-científica.
La Derecha igualmente tonta y negadora de la realidad ha llegado a creer que puede disfrutar de su bienestar sin distribuir y compartir, ni asumir a los pobres. Ni entiende ni quiere ver la pobreza porque son élites ausentes que se empeñan en repúblicas débiles y autoritarias. Derecha e Izquierda en América Latina viven más de mitos que de realidades por eso terminan gobernando líderes populistas y las fuerzas armadas, es decir la realidad del poder que descansa sobre la fuerza y la limosna; el miedo y la complacencia, generando sociedades débiles y cómplices. La historia para que sea progresiva y civilizadora tiene que ser real en términos racionales; los “gringos” subsumieron sus mitos en una ideología imperialista, nosotros en América Latina en una ideología escapista y consoladora sin asumir nuestras realidades y por consiguiente nuestras responsabilidades.
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