Cada año se vienen reuniendo en Brasil y Suiza respectivamente los poderosos del Mundo para discutir sobre la economía del planeta; en Porto Alegre para hablar en nombre de los pobres y en Davos para hablar en nombre de los países más poderosos y prósperos. En el fondo son dos monólogos del poder en nombre del poder; los pobres y su hambre es básicamente un discurso político, no porque no exista el hambre y la pobreza, sino porque la política siempre ha vivido de la codicia y la ambición de poder.
En un mundo en donde el 80% de sus habitantes es pobre, básicamente por las estructuras sociales impuestas que prevalece en cada país, las estructuras económicas y políticas están montadas para la explotación de la mayoría y en beneficio de unos pocos; el drama es que la humanidad todavía no ha encontrado la fórmula para cambiar esta situación, el capitalismo es un sistema eficiente para la acumulación pero no para la distribución y el comunismo no pasó de ser un capitalismo de estado. Muy lejos estamos de la síntesis dialéctica de “producir como capitalistas y distribuir como socialistas”. Mientras tanto la retórica y el discurso siguen prevaleciendo. Los ricos aferrados a sus intereses y codicia y los demagogos, en nombre del pueblo siguen aferrados al poder.
No hay esperanza para la humanidad sino logramos trascender los egoísmos nacionales y sino entendemos la necesidad de la solidaridad, el diálogo, el respeto y la convivencia.
En un mundo en donde el 80% de sus habitantes es pobre, básicamente por las estructuras sociales impuestas que prevalece en cada país, las estructuras económicas y políticas están montadas para la explotación de la mayoría y en beneficio de unos pocos; el drama es que la humanidad todavía no ha encontrado la fórmula para cambiar esta situación, el capitalismo es un sistema eficiente para la acumulación pero no para la distribución y el comunismo no pasó de ser un capitalismo de estado. Muy lejos estamos de la síntesis dialéctica de “producir como capitalistas y distribuir como socialistas”. Mientras tanto la retórica y el discurso siguen prevaleciendo. Los ricos aferrados a sus intereses y codicia y los demagogos, en nombre del pueblo siguen aferrados al poder.
No hay esperanza para la humanidad sino logramos trascender los egoísmos nacionales y sino entendemos la necesidad de la solidaridad, el diálogo, el respeto y la convivencia.
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