viernes, 26 de junio de 2009

EL VUELO DE ICARO

El futuro se gesta en los laboratorios y se frustra en la sociedad y en la política.
En la eterna contradicción entre lo racional y lo irracional; entre los sueños de la razón y las pesadillas que terminan siendo.
El mito de Icaro lo muestra de manera ejemplar, este personaje mitológico dotado de unas alas de cera construidas por su padre, se atreve a volar, distraído o envanecido sube tan alto que el sol termina derritiéndole las alas y este se precipita al mar y muere.
Es un poco lo que nos sucede a los seres humanos con la ciencia, esta nos hace casi dioses, nos da un poder y unas posibilidades casi ilimitadas, que casi siempre nos hacen perder la perspectiva de nuestra condición limitada y terrestre. Es lo que pasó con la energía atómica, liberamos y dominamos una energía y una fuerza nunca antes conocida y terminamos utilizándola destructivamente contra nosotros mismos. La ciencia casi siempre responde más a las necesidades de la guerra que a la humilde servidumbre de la verdad.
Ciencia sin límites éticos y científicos sin responsabilidades morales, terminan siendo terriblemente amenazantes y peligrosos para la condición humana.
La sociedad y la historia casi siempre son gobernadas desde el instinto, las emociones y las pasiones de los seres humanos y no desde la razón. La política y la religión terminan traicionándose a sí mismas y en vez de propiciar la convivencia y la solidaridad terminan alimentando el fanatismo y la intolerancia.

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