Nuestros gobernantes se empecinan en fracasar, mientras las finanzas personales prosperan y no importa que la sociedad padezca y el país se arruine, es la eterna piñata nacional.
Es el drama del anacronismo histórico, el pasado sobrevive en sus fantasmas y demonios y se tiende a recordar como demonios a los muertos y se trata de imitar a los muertos que se empeñan en demostrar que están vivos.
Venezuela imitando a Cuba, a remolque de Cuba, resulta increíble lo que esto significa, un país que se congeló en el tiempo de la guerra fría y traicionó una utopía que resultó ilusoria. El poder se hizo personal y absoluto y el miedo y la desesperanza se convirtió en la ideología oficial.
En Venezuela el petróleo permite cualquier delirio y como siempre en los últimos 70 años, lo importante es aprovecharse de la piñata y después alguien vendrá a recoger los desechos de la fiesta.
Recordar no está de moda y menos para recordar los éxitos de ayer y los fracasos de hoy. El país terminó siendo una serie de promesas- “y no estaba interesada en recordar las que no se habían cumplido” (Arthur Miller).
La sociedad anestesiada se sitúa pasivamente frente al porvenir y espera que suceda lo inevitable, unos que las promesas se cumplan, otros, la mayoría, termina no esperando nada y se limita a sobrevivir; el futuro atrapado entre el presente y el pasado.
Para unos el pasado es la memoria feliz de una época despreocupada y próspera y para otros, el tiempo pasado, fue el tiempo de la rabia y la frustración, ambas visiones son incompletas y egoístas, lo importante sería aprender a mirar hacia atrás con agradecimiento y hacia delante con esperanza.
Es el drama del anacronismo histórico, el pasado sobrevive en sus fantasmas y demonios y se tiende a recordar como demonios a los muertos y se trata de imitar a los muertos que se empeñan en demostrar que están vivos.
Venezuela imitando a Cuba, a remolque de Cuba, resulta increíble lo que esto significa, un país que se congeló en el tiempo de la guerra fría y traicionó una utopía que resultó ilusoria. El poder se hizo personal y absoluto y el miedo y la desesperanza se convirtió en la ideología oficial.
En Venezuela el petróleo permite cualquier delirio y como siempre en los últimos 70 años, lo importante es aprovecharse de la piñata y después alguien vendrá a recoger los desechos de la fiesta.
Recordar no está de moda y menos para recordar los éxitos de ayer y los fracasos de hoy. El país terminó siendo una serie de promesas- “y no estaba interesada en recordar las que no se habían cumplido” (Arthur Miller).
La sociedad anestesiada se sitúa pasivamente frente al porvenir y espera que suceda lo inevitable, unos que las promesas se cumplan, otros, la mayoría, termina no esperando nada y se limita a sobrevivir; el futuro atrapado entre el presente y el pasado.
Para unos el pasado es la memoria feliz de una época despreocupada y próspera y para otros, el tiempo pasado, fue el tiempo de la rabia y la frustración, ambas visiones son incompletas y egoístas, lo importante sería aprender a mirar hacia atrás con agradecimiento y hacia delante con esperanza.
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