viernes, 12 de junio de 2009

El delirante (según Kant)

El delirante vive en el delirio (y por ende niega la razón y la realidad). El delirio es un pensamiento corrompido, inerte, vacío, confuso, una debilidad mental, como la del ignorante que cree saberlo todo. En China, es maoísta; en Egipto, nasserista; en Argentina, peronista; en México, zapatista; en Cuba, guevarista y fidelista. “De este modo su pensamiento gira en el vacío, se vuelve fantasioso y se pierde a sí mismo y su afectividad deriva hacia una masa desbordante de emociones, estados apasionados, desabrimiento y odios melancólicos o bien exaltaciones fervorosas y entusiasmos recurrentes; en una palabra también lo que se denomina “fanatismo”, otro nombre de la “Schwärmerei” (C. Correas). Son seres que no superan el estadio infantil y prisioneros de su propio pasado son incapaces de asumir el presente y el futuro por si mismos y entonces lo hacen desde el pasado, nacen, viven y actúan, como viejos. Contemporáneos del pasado, terminan prisioneros del mismo.
Profundizando en el retrato del delirante, este es “inmaduro…grosero… y bárbaro, carece del valor social de la cultura” entendida esta no como un saber sino como autoconciencia en el sentido de la razón y la libertad.
El delirante cultiva su irracionalidad y es nefasto para sus pueblos, si logra acceder a algún grado de poder.
Hitler era claramente un delirante; igual Stalin y Fidel, entre otros muchos. Sus pueblos han pagado caro su preeminencia, el sacrificio de la razón y la libertad fue casi absoluto.
“Por esto los mandatos que el delirante recibe de su oráculo interior son intimidantes e imperativos”. (C.C). Se asume siempre como el líder único (predestinado y ungido); Fueres, Duce, Gran Timonal, caudillo por la gracia de Dios, etc.
“De aquí la tensión aguda y a veces irritada del delirante por su imagen, pues para él se trata de revertir hacia su interior ese ser para otro, esa exterioridad de solidez, permanencia e impermeabilidad con la que espera doblegar e imponerse al prójimo, desde este punto de vista el delirante es homogéneo con la llamada personalidad autoritaria, en la medida en que en el terreno teórico induce a los demás a que le hagan aparecer las cosas no del modo como estas son, sino del modo como concuerdan con las fantasías del delirante” (C.C.).
El delirio se opone a la razón y la libertad, es una pura negatividad y una permanente prohibición.
En Cuba sólo es libre Castro, extraviado en su delirio de una revolución que sólo existe en su mente de líder único e iluminado. Cuando los cubanos despierten de su pesadilla se encontrarán, como los alemanes en su momento, con un país humillado y detenido, como la Unión Soviética después de Stalin, irremediablemente prisionera de si misma y el terrible “Gulag”.

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