Venezuela en el siglo XX conoció un crecimiento económico espectacular y un desarrollo social envidiable pero a partir de los años 80 se inició una crisis económico-social que no termina. Son 25 años de estancamiento y retroceso económico y un empobrecimiento colectivo generalizado, tanto que el sistema político no tiene otra preocupación que el control social y la permanencia en el poder, para ello tiene dos armas poderosas: el dinero y el miedo. Con el primero compra o anula conciencias, tanto de los humildes con sus necesidades a cuestas; como de los otros sectores que sólo se mueven por codicia u oportunismo.
Con el miedo se logra el resto; desde la clásica represión hasta el terrorismo judicial y la autocensura. En este cuadro ha nacido y crecido toda una generación de venezolanos, los menores de 35 años, los cuales han tenido que soportar unas pruebas, que las generaciones anteriores no conocimos. Los nuestros fueron tiempos fáciles y de oportunidades frente a estos últimos tiempos de dificultades crecientes. De allí mi admiración y respeto a la juventud de hoy, que a pesar de todo no ha renunciado al futuro, y algunos, una minoría, expatriándose.
Cada caso es particular y hay que comprenderlo así y no pueden ser juzgados generacionalmente pero duele que por el fracaso de unos gobernantes y unas elites que se ausentaron psicológicamente del país, estos jóvenes tengan que inventarse un futuro fuera del país. En su mayoría son jóvenes de talento y formación universitaria; el país no ha calibrado todavía la pérdida que esto significa; ojala que la sensatez vuelva a nuestra sociedad y seamos capaces otra vez de ofrecerle a nuestros jóvenes, aquí en Venezuela las oportunidades a las cuales tienen derecho.
Con el miedo se logra el resto; desde la clásica represión hasta el terrorismo judicial y la autocensura. En este cuadro ha nacido y crecido toda una generación de venezolanos, los menores de 35 años, los cuales han tenido que soportar unas pruebas, que las generaciones anteriores no conocimos. Los nuestros fueron tiempos fáciles y de oportunidades frente a estos últimos tiempos de dificultades crecientes. De allí mi admiración y respeto a la juventud de hoy, que a pesar de todo no ha renunciado al futuro, y algunos, una minoría, expatriándose.
Cada caso es particular y hay que comprenderlo así y no pueden ser juzgados generacionalmente pero duele que por el fracaso de unos gobernantes y unas elites que se ausentaron psicológicamente del país, estos jóvenes tengan que inventarse un futuro fuera del país. En su mayoría son jóvenes de talento y formación universitaria; el país no ha calibrado todavía la pérdida que esto significa; ojala que la sensatez vuelva a nuestra sociedad y seamos capaces otra vez de ofrecerle a nuestros jóvenes, aquí en Venezuela las oportunidades a las cuales tienen derecho.
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