No es difícil pronosticar un año difícil, en lo económico y en lo social el gobierno ha fracasado y el pueblo lo siente y lo sabe.
La gente se cansó de la retórica y la verborrea y quiere resultados concretos en temas y problemas concretos.
La inflación luce descontrolada y en ascenso y la explicación es muy sencilla: el gobierno está gastando más de lo que tiene; un gobierno con recursos pero despilfarrador, ineficiente y corrupto.
En lo social, la violencia y la delincuencia nos acosan cotidianamente en un marco de empobrecimiento y precariedad generalizada.
Si los “motores” de la “revolución” se fundieron según el presidente, también las “misiones” empiezan a naufragar en la desorganización y la corrupción.
La “limosna” clientelar no es una solución estructural y menos una verdadera oportunidad de ascenso y promoción social.
No hay suficientes puestos de trabajo; el salario no “alcanza” la salud y la educación languidecen en su crisis de vieja data. Los menores de 35 años, que es la edad de la mayoría de nuestra población, cada día observan como las dificultades se multiplican para estudiar, conseguir un buen empleo, vivienda digna y oportunidades reales de progreso.
La sociedad en general está cansada después de nueve años de expectativas e ilusiones, de un gobierno demagógico y sin soluciones reales.
Si este “cuadro” crítico es real, la oposición al gobierno tiene una buena oportunidad para avanzar para fortalecerse como oposición alternativa de poder; siempre y cuando minimice sus errores y maximice sus aciertos.
Continuar con la estrategia del triunfo del NO, porque en el año electoral 2008, la oposición debe unirse en cada alcaldía y en cada gobernación en torno al mejor candidato si menoscabo del protagonismo natural de los partidos y sectores organizados.
Es muy importante que el proceso electoral no nos haga olvidar el problema del árbitro electoral y las condiciones para garantizar pulcritud y transparencia en el voto y los resultados.
Igualmente importante es no perder de vista las pretensiones hegemónicas y de perpetuación del régimen; el presidente no se cansa de recordárnoslo: no ha renunciado ni a la reelección indefinida ni a su escatológica “revolución”; de allí que no sea descabellado plantearse para el 2009 un proceso constituyente que ponga fin legalmente a este “desgobierno” y propicia un nuevo acuerdo nacional para la democracia, la paz, la convivencia y un real desarrollo.
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