Desgraciadamente, en Venezuela estamos muy poco sensibilizados sobre la temática y el problema de la paz en el mundo actual, a pesar de ser la nuestra una sociedad y una historia básicamente violenta, no conocemos una verdadera conflagración interna ni externa y hemos gozado de hecho, una larga paz petrolera, que hoy conspira contra nuestra capacidad de comprensión del principal problema de nuestra época.
El combate por la paz en nuestro tiempo se remonta al mismo día en que oficialmente se ponía fin a la 2ª Guerra Mundial. Horrorizada la humanidad, se prometía un nunca jamás, que resultó deleznable y provisional. En los últimos 50 años se ha hablado tanto de la paz como en ninguna otra época y nunca la paz ha sido tan necesaria. El terror atómico ha convertido en un anacronismo peligroso el principio “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. La agresión y la guerra hoy en día significan el holocausto. De allí lo absurda e irracional que resulta la carrera armamentista, en este tiempo de la ira, de la agresión permanente y la violencia generalizada. Nunca habíamos sido más primitivos en nuestros instintos, y paradójicamente es cuando más hemos avanzado en nuestra solidaridad. Continuamos enfermos, llenos de odio, codicias y venganzas, habiendo olvidado el hecho elemental de que “la paz es amor, expresión de una real fraternidad entre los hombres”, (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes).
Pero la paz es igualmente justicia, “supone y exige la instauración de un orden justo en el que los hombre puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, su respectivas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad personal garantizada. Un orden en que los hombres no sean objeto sino agentes de su propia historia. Allí, pues, donde existan injustas desigualdades entre hombres y naciones se atenta contra la paz” (Medellín, Conferencia Episcopal Latinoamericana), en consecuencia el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.
Conquistar la paz es difícil y es un proyecto a largo plazo, sería ingenuo y peligroso pensar lo contrario. Para convertirnos en militantes por la paz tenemos que ser realistas y ubicar los problemas de manera concreta, ello nos conduce directamente a denunciar a nivel internacional las pretensiones hegemónicas de cualquier Estado. Como apuntaba Albert Einstein, en 1955, en su último escrito: “en esencia, el conflicto actual, no es más que una manifestación de la vieja lucha por el poder, presentada nuevamente a la humanidad con ropajes semirreligiosos. Pero esta vez hay una diferencia: el desarrollo de la energía atómica ha dado un carácter fantasmal a la lucha; ambos bandos saben que si la querella actual degenera en guerra abierta la humanidad está condenada”. Hoy por hoy el pacifismo ha dejado de ser una posibilidad entre muchas y ha pasado a convertirse en la única opción racional de la humanidad, la única garantía de sobrevivencia de allí, que el imperativo categórico de nuestra época no sea otro que conquistar la paz.
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