No aprendemos, menos de 30 años después, repetimos el engaño y la ilusión de una prosperidad derrochada y otra oportunidad perdida.
Otro gobernante extraviado e inepto; con su corte de adulantes repite el flagelo de la corrupción y el fracaso del gobierno frente a los problemas reales de la gente.
Bolívar, siempre Bolívar, en un libro reciente de Álvaro Mutis “El último Rostro”, citado recientemente en un artículo por Simón Alberto Consalvi; se intenta una respuesta y más que una respuesta una explicación.
Dice el autor, recreando la voz de un Bolívar envejecido, agónico y pesimista “Mientras tanto nosotros, aquí en América nos iremos hundiendo en un caos de estériles guerras civiles, de conspiraciones sórdidas, y en ellas se perderán todas las energías, toda la fe, toda la razón necesaria para aprovechar y dar sentido al esfuerzo que nos hizo libres. No tenemos remedio coronel, así somos, así nacimos”.
Pesimismo genético e histórico del Libertador en sus años finales; pero igualmente lucidez racional de una persona que conocía demasiado bien nuestras limitaciones históricas como sociedad y como país.
Si no logramos cambiar lo suficiente en el siglo XX y nos empecinamos en nuestros errores, ¿será necesario otro siglo, para definitivamente acceder a la plena modernidad? ¿Cuándo terminaremos de construir la república que nunca hemos sido y la democracia necesaria?
El siglo XXI nos invita no, a una “nueva” Venezuela ni a una “gran” Venezuela, como proyectos ideológicos ilusionistas, sino a seguir construyendo
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