jueves, 19 de marzo de 2009

Del libro azul al libro rojo


Cuando una sociedad entra en crísis, una crisis estructural de largo plazo como lo nuestra, la distancia entre los principios, las normas y los hechos se hace abismal. Casi en todo, todos los días la realidad niega lo que creemos y la vida social se vuelve una jungla, una selva de intereses y pasiones, que siempre privilegia al más pícaro, al más vivo, al más deshonesto.

Nuestra sociedad vive escindida entre una estructura legal que no funciona y una paralela que “resuelve” en la medida que se tenga los contactos “adecuados” y se pague la “tarifa” apropiada.

Hay un Estado formal, que es como un cascarón vacío, sin respuesta a nada y sin proyectos estratégicos y un Estado “paralelo”; en donde lo lícito y lo ilícito se confunde y se superpone.

La “ley” entre nosotros es un principio abstracto y casi siempre ausente de la vida social; la verdadera “ley” es lo que funciona y “resuelve” a través de la gestoría, la comisión o la presión.

En la misma perspectiva podemos ubicar la discusión “constitucional” en curso. El gobierno y el oficialismo en general en verdad no creen en la Constitución, de allí esta mal llamada reforma con la cual se pretende otra vez el traje a la medida del presidente, tan enfermizamente recurrente en nuestra historia. Este vicio nacional ha convertido a nuestras Constituciones en constituciones de papel, que nadie acata y todos incumplen, particularmente los amos del poder, lo que llevó a decir al historiador José Gil Fortoul que nuestra historia constitucional no es más que la historia de las violaciones y transgresiones de la Constitución, en particular por los mismos que las hicieron, como es el caso actual, cuyos autores se están llevando por delante a su “propia” Constitución de 1999, en su momento de manera oportunista calificada como la mejor constitución del mundo; más adelante fue calificada como la “bicha” y hoy se pretende convertirla en un librito “rojo, rojito” con una pretendida reforma insensata e irracional, moralmente inaceptable, tal como recientemente fue calificada por la Conferencia Episcopal.

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