Nuestra sociedad vive escindida entre una estructura legal que no funciona y una paralela que “resuelve” en la medida que se tenga los contactos “adecuados” y se pague la “tarifa” apropiada.
Hay un Estado formal, que es como un cascarón vacío, sin respuesta a nada y sin proyectos estratégicos y un Estado “paralelo”; en donde lo lícito y lo ilícito se confunde y se superpone.
La “ley” entre nosotros es un principio abstracto y casi siempre ausente de la vida social; la verdadera “ley” es lo que funciona y “resuelve” a través de la gestoría, la comisión o la presión.
En la misma perspectiva podemos ubicar la discusión “constitucional” en curso. El gobierno y el oficialismo en general en verdad no creen en la Constitución , de allí esta mal llamada reforma con la cual se pretende otra vez el traje a la medida del presidente, tan enfermizamente recurrente en nuestra historia. Este vicio nacional ha convertido a nuestras Constituciones en constituciones de papel, que nadie acata y todos incumplen, particularmente los amos del poder, lo que llevó a decir al historiador José Gil Fortoul que nuestra historia constitucional no es más que la historia de las violaciones y transgresiones de la Constitución , en particular por los mismos que las hicieron, como es el caso actual, cuyos autores se están llevando por delante a su “propia” Constitución de 1999, en su momento de manera oportunista calificada como la mejor constitución del mundo; más adelante fue calificada como la “bicha” y hoy se pretende convertirla en un librito “rojo, rojito” con una pretendida reforma insensata e irracional, moralmente inaceptable, tal como recientemente fue calificada por la Conferencia Episcopal.
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