Si Alemania y Francia fueron las cunas de dos modelos paradigmáticos universitarios con acento en la creación de conocimientos o en la formación de profesionales, a nivel de extensión es la universidad latinoamericana la que asume a cabalidad y con clara conciencia, especialmente a partir de los acontecimientos de Córdoba, esta función entendida como el compromiso social y político que tiene la institución universitaria con su tiempo y con su época. En otras palabras, la Universidad latinoamericana, a partir de 1918, se define esencialmente como una institución en conflicto, o en relación conflictiva con el Estado y fundamentalmente con el gobierno. De acuerdo con algunas interpretaciones que se han hecho sobre la Reforma de Córdoba, más que una reforma universitaria fue un movimiento protagonizado por universitarios, especialmente, por el sector estudiantil, que definió más que un modelo de Universidad, la relación de la Universidad con el Estado y la sociedad. Por eso, los postulados fundamentales de Córdoba excedían el ámbito universitario. Se habló así del compromiso universitario de contribuir a la segunda independencia. Si la primera había sido política, la segunda tendría que ser política y económica frente a los Estados Unidos.
Otro planteamiento hecho en el contexto de la Reforma de Córdoba que en el aquella época tenía muchos predicamentos, al menos entre las minorías intelectuales y políticas, se refería a la famosa unidad de América Latina, como una consecuencia natural de la segunda independencia. Sólo unidos, en una lucha antiimperialista, podíamos alcanzar la independencia y el desarrollo.
Dentro de las ideologías del movimiento de Córdoba, la Universidad se asume como institución al servicio de la verdad y para formar profesionales, pero la tarea fundamental es su planteamiento político frente a la sociedad, el gobierno y el Estado.
En Venezuela, por ejemplo, esta Universidad comprometida se expresa frente a las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Desde la Universidad venezolana se emprendió la lucha en defensa de la democracia y en contra de la dictadura; y durante la década del sesenta, la juventud militante universitaria asumió el proyecto político utópico de ser instrumento fundamental de la revolución y del cambio social.
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