Dice el escritor Jorge Luis Borges que nadie triunfa absolutamente ni nadie fracasa de manera absoluta: la frase se la pudiéramos aplicar al gobierno del presidente Chávez, después de 10 largos años, fatigosos y fantasiosos; en donde la retórica populista y demagógica prevaleció sobre las obras y los hechos.
En una entrevista concebida a CNN, Chávez se autoevaluaba con 55 puntos en una escala de cero a cien y aducía como causa las dificultades provocadas por la oposición y la falta de tiempo. Obviamente estaba pensando en su presidencia perpetua para legarnos su paraíso soñado en la tierra e identificado con palabras y frases tan ambiguas como “revolución bolivariana”; y “socialismo del siglo XXI”.
En su fantasiosa e ilusionista retórica el presidente nos había prometido para los primeros 10 años de su gobierno una “década de plata” seguida de una “década de oro” si él continuaba en el poder.
Diez años después las palabras ya no resisten las evidencias de los hechos y lo que nos deja el presidente es un sabor amargo de tiempo y oportunidades perdidas y un manejo inescrupuloso del dinero y los recursos públicos. Una “nueva clase” enriquecida llamada “boliburguesia” para seguir con la vieja tradición de enriquecerse desde el gobierno y una sociedad profundamente “anómica” es decir huérfana de soluciones a sus problemas y amenazada constantemente por la inseguridad y la inflación como marca indeleble de un gobierno básicamente inepto, ineficiente y corrupto.
Un presidente que vive y actúa como un “monarca” que enriquece y envilece a sus colaboradores y a nivel internacional “regala” y despilfarra dinero y recursos que no son suyos.
Mirando hacia atrás con benignidad, es increíble ver cuantas tonterías fueron dichas y cuantas ilusiones sembradas.
Prometía el presidente al inicio de su gestión que convertiría a Miraflores seria una Universidad y a la Casona en una escuela, al final lo que queda son palabras y vacío.
En una entrevista concebida a CNN, Chávez se autoevaluaba con 55 puntos en una escala de cero a cien y aducía como causa las dificultades provocadas por la oposición y la falta de tiempo. Obviamente estaba pensando en su presidencia perpetua para legarnos su paraíso soñado en la tierra e identificado con palabras y frases tan ambiguas como “revolución bolivariana”; y “socialismo del siglo XXI”.
En su fantasiosa e ilusionista retórica el presidente nos había prometido para los primeros 10 años de su gobierno una “década de plata” seguida de una “década de oro” si él continuaba en el poder.
Diez años después las palabras ya no resisten las evidencias de los hechos y lo que nos deja el presidente es un sabor amargo de tiempo y oportunidades perdidas y un manejo inescrupuloso del dinero y los recursos públicos. Una “nueva clase” enriquecida llamada “boliburguesia” para seguir con la vieja tradición de enriquecerse desde el gobierno y una sociedad profundamente “anómica” es decir huérfana de soluciones a sus problemas y amenazada constantemente por la inseguridad y la inflación como marca indeleble de un gobierno básicamente inepto, ineficiente y corrupto.
Un presidente que vive y actúa como un “monarca” que enriquece y envilece a sus colaboradores y a nivel internacional “regala” y despilfarra dinero y recursos que no son suyos.
Mirando hacia atrás con benignidad, es increíble ver cuantas tonterías fueron dichas y cuantas ilusiones sembradas.
Prometía el presidente al inicio de su gestión que convertiría a Miraflores seria una Universidad y a la Casona en una escuela, al final lo que queda son palabras y vacío.
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