martes, 17 de marzo de 2009

“Los enfermos que nos gobiernan”

En nuestra sociedad se suele llamar loco a cualquier irresponsable que actúa de manera “tonta” o “loca” o que comete desafueros sin asumir la responsabilidad correspondiente. Es “hacerse el loco” cuando le conviene. Con esta mentalidad o manera de pensar dificultamos en grado extremo las relaciones serias y adultas entre los individuos y de hecho frenamos el desarrollo social y la evolución civilizada.

La psico-sociología ha desarrollado un concepto: la inteligencia emocional, muy oportuna para nuestro propósito. Según esta teoría personas “inteligentes” intelectualmente pero en su conducta emociones y relaciones inter-personales son unos verdaderos “tontos” e irresponsables.

En nuestra sociedad esto es un verdadero problema de salud pública y oportunidades perdidas de progreso cultural y social real y efectivo.

Al efecto podemos poner como ejemplo la “paternidad” y la “maternidad” irresponsable. El abandono efectivo y afectivo de los hijos; esa enorme orfandad nacional generalizada. La conducta necia e irresponsable frente a las obligaciones de cualquier tipo.

Asumirnos como personas y sociedad más como “sujetos” de derechos que de deberes.

El perverso e individualista “hago lo que me da la gana” y el complejo infantil, esquizofrénico y neurótico del “vivo”. Decimos una cosa y hacemos otra. Todo lo anterior configura una patología social grave y perjudicial a los mejores intereses nacionales y que dificulta en sumo grado nuestro progreso social.

Con “locos” y “tontos” no vamos a ninguna parte y menos si estos gobiernan y ocupan posiciones relevantes en cualquier sector de la vida nacional.

En términos socio - político es lo que explica en parte nuestra precaria seguridad jurídica y la inexistencia de un verdadero Estado de Derecho.

Igualmente explica la falta de una verdadera rendición de cuentas y una efectiva contraloría después de ejercer un cargo o asumir una responsabilidad.

Es lo que explica también la impunidad que prevalece en todos los campos y las múltiples complicidades que se dan en nuestra vida política y social y que permite que cualquiera pueda ser “candidato” a todo y a lo que sea. Que cualquiera no calificado pueda gobernarnos. La ignorancia y la tortura, la locura y la irresponsabilidad no son obstáculo alguno en la carrera hacia el poder y el dinero; en muchos casos inclusive es una ventaja, en nuestros sistemas corruptos y complacientes.

Que lejos estamos del gobernante filósofo de Platón y del gobernante virtuoso de Confucio, pero la responsabilidad evidentemente es de nosotros mismos que elegimos a “cualquiera” y aceptamos que nos gobierne “cualquiera”.

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