Nuestro ilustre M. Picón Salas decía: “En la lengua española el instrumento de identificación mayor…idioma e historia…tienden un sentimiento de fraternidad” entre nuestros pueblos. “Toca a los escritores y pensadores de nuestros países fortalecer cada vez más las bases de ese entendimiento, y desenvolver la dialéctica con que suba al plano de la consciencia activa lo que hasta ahora vivimos como puro impulso emocional”.
Los seres humanos vivimos, una y muchas patrias; el “terruño”, la “matría”, que llaman algunos historiadores, la patria nacional y la patria grande latinoamericana, y frente a estas realidades las asumimos desde la política y la cultura como realidades y posibilidades creativas.
El pasado, igualmente es uno solo; la historia no se repite, pero puede ser interpretada de diferentes maneras. Como diría Augusto Mijares, podemos asumir una óptica pesimista de “sembradores de cenizas”, como si el destino histórico fuera un fatalismo para la derrota y el fracaso y no como nos impulsa a pensar el mismo autor: “lo afirmativo” construido a fuerza de civilidad y cultura. Hecho el balance de nuestra historia no tengo la menor duda sobre lo “afirmativo venezolano” como rasgo dominante de nuestra sociedad y cultura, sin menoscabo de la necesaria autocrítica, para corregir y seguir avanzando” (A. L. Sociedad y Cultura)
Nuestro presidente debe reflexionar Venezuela esta urgida de buenos ejemplos y lenguaje apropiado. Todavía falta un lapso importante de gobierno hasta el 2012, nos gustaría pensar en la posibilidad real de un reencuentro nacional sin menoscabo de las diferencia pero éstas llevadas a un plano político de discusión ideológica y siempre enmarcadas en un concepto de comunicación y diálogo democrático en donde todos los venezolanos tengamos el mismo valor y la misma representación y las mismas oportunidades para que sea verdad el hermoso enunciado de que Venezuela somos todos.
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