viernes, 13 de marzo de 2009

Banderas color de miedo

La tiranía, en algunos casos, más que un sistema político es una patología del poder y expresa usualmente una época y una sociedad enferma o dominada por personalidades fuertemente perturbadas, bien sea por carencias afectivas, por orfandad psíquica o estados delirantes, expresados usualmente en personas de características psicópatas y sociópatas. El caso más paradigmático en el siglo XX, fue Adolfo Hitler y quizás uno de los más estudiados en este sentido.
En la Unión Soviética, otro caso emblemático del siglo XX, la tiranía se despersonaliza y es asumida como un sistema político de dominación y control absoluto de toda la sociedad en un país como Rusia con una fuerte carga de atraso, miedo y violencia.
En las crisis históricas, toda la sociedad se contamina de miedo y odio y hasta la indiferencia es una manera de odiar y sentir miedo. Cada país tiene una particular manera, en términos históricos, de expresar su miedo y su odio; en Venezuela, durante todo el siglo XIX, existió y se exacerbó el odio social hasta niveles dramáticos, particularmente en la guerra de emancipación y en la guerra federal donde el botín y el saqueo parecieron ser el motor principal de nuestras montoneras y el asalto al poder el camino más corto al enriquecimiento ilícito y al ascenso social.
Nuestro siglo XIX, en general, fue tan violento que ya al comienzo del mismo, Juan Vicente González habla de las banderas color de miedo que enarbolaban quienes saqueaban y destruían nuestros campos y poblados. En el siglo XX venezolano también hubo mucha violencia y mucho miedo aunque con características diferentes, ya no tanto odio social o de clase sino sectarismo y antagonismo político expresado sociológicamente por la delincuencia política y común que terminó en la monstruosa exclusión social que caracteriza los últimos 30 años, y que ni el bipartidismo anterior ni el gobierno militar actual han sabido enfrentar y resolver racionalmente más allá de la demagogia y del populismo habitual, posibilitado por la abundante y generosa renta petrolera que dio para todo, incluida una galopante corrupción y una ineficiencia gubernamental de antología que mantiene al país en el atraso y en el subdesarrollo de una africanización creciente.

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