El signo de nuestra época es el miedo (náufragos de la nada y el Apocalipsis), se ha vuelto a las viejas religiosas y a las múltiples supersticiones. El hombre/masa ha claudicado frente a la falsa teoría de la muerte de las ideologías: “En el que los poderes, simulando la inocencia que jamás tuvieron serán ejercidos sin obstáculos”.
Es el olvido de los muertos, la desmemoria, o la falsa historia, la cultura reducida a espectáculo, los medios de comunicación como agentes de venta y los intelectuales callados, unos, cómplices, otros, marginados, una sola ideología prevalece la que es asumida “como sistema de convicciones y de mecanismos sociales tendientes a mantener un estado de cosas”.
Un conservadurismo autoritario se apodera del mundo y se niega toda posibilidad de cambio. El hombre reducido a objeto, consumidor pasivo de objetos, nada se discute, nada se cuestiona, todo se acepta, en un juego infinito de consumismo inútil de la quincallería tecnológica. De allí la urgencia de recuperar “los sueños de la razón”, no solo la capacidad de poesía (que en verdad nunca se pierde) sino de elaboración teórica que permita tomar distancia de los acontecimientos en su urgencia y definir una ideología del cambio (“sistema de ideas que busca transformar una situación”) convertida en praxis política.
No es descabellado hoy, repetir a Platón, en su exigencia del rey/filósofo, el poder exige madurez y sabiduría, equilibrio y sentido común, razón tenía Confucio cuando decía que quien no logra gobernar su vida no puede aspirar gobernar la de los demás.
Los sueños de la razón al asalto de la razón; otra vez en Venezuela el poder arbitrario viola toda legalidad llevándose por delante a la propia constitución con sus 26 leyes, el “Gamonal” vuelve a desconocer la voluntad popular expresada el 2 de diciembre del año pasado. Sólo le queda volver a insistir en la reelección eterna y ya lo anunció, su régimen va a durar 1.500 años.
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