Desde nuestra perspectiva esto es útil y necesario a la democracia, no tanto porque hay que derrotar a un gobierno, un mal gobierno de casi una década perdida, sino para re-equilibrar los poderes, en este caso a nivel de alcaldías y gobernaciones.
El triunfo de la oposición es posible, siempre y cuando se evite el triunfalismo y no se subestime a un gobierno con muchos recursos económicos y que participa con ventajas, como es el caso del secuestro de los poderes y en particular de un Consejo Nacional Electoral (CNE) que sigue siendo poco confiable.
La oposición puede y debe ganar si va de verdad unida, además hay que seguir dando la batalla de los inhabilitados; es una verdadera injusticia y totalmente inconstitucional, en este sentido estamos siguiendo el mal ejemplo de 3 autocracias: Zimbabwe; Irán y Bielorusia.
La oposición tiene que ir unida sobre un acuerdo que transcienda a los partidos políticos (éstos siguen siendo minoritarios, en el afecto y el respaldo de los ciudadanos, según las últimas encuestas a los partidos de oposición solamente lo respalda aproximadamente el 10% de los ciudadanos y al partido de gobierno un 17%) y se hace imperativo desarrollar una gran alianza civil y ciudadana al servicio del país. Hay que evitar el sectarismo, que tanto daño hizo en el pasado, y las hegemonías impropias de pequeños caciques locales y regionales, que anteponen sus ambiciones e intereses personales a los intereses colectivos. En el Zulia, lamentablemente, hemos tenido, un buen ejemplo, de prepotencia hegemónica y sectaria. Pareciera que no logramos escapar del localismo político y perdiéramos de vista los objetivos estratégicos de esta contienda electoral, que no es otra que seguir debilitando progresivamente el proyecto autocrático y hegemónico en curso y eventualmente poder derrotarlo para instaurar un gobierno civil no sectario, amplio y plural, que también les diera garantías políticas a los diversos sectores del chavismo para seguir formando parte de la vida política nacional: para re-equilibrar el poder y garantizar un buen gobierno en las alcaldías y gobernaciones que se ganen, no para medrar, sino para ponerlas al servicio de las necesidades de la gente a partir de una administración pulcra y transparente, honesta y eficiente, de ser así la democracia gana, Venezuela gana.
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