En cada periodo de la historia se repite esta historia; para no ir muy lejos algunos ejemplos cercanos. Los españoles engendraron la tiranía franquista entre otras razones por su intolerancia suicida. Los cubanos irresponsablemente, divinizaron a Fidel y se “aborregaron” durante 50 años. Hoy la mayoría cubana está harta pero no saben como enterrar a este fraude de la historia.
En América latina (para no hablar del mundo y de otras épocas) sobran los ejemplos de pueblos envilecidos y desorientados, que en ciertos momentos se extravían y encumbran y entronizan a personas mediocres y subalternas convertidos en “grandes hombres” de cartón y fachada (sin pretender agotar la lista y a manera de ejemplos) en las últimas décadas tenemos algunos especimenes que rondan la psiquiatría y el delito v. g. Luís Echeverría en México; Ríos Montt en Guatemala; Noriega en Panamá; Bucaran en Ecuador, Fujimori en Perú, Menem, en Argentina y en nuestro país el caso emblemático de Carlos Andrés Pérez; todos estos nombres, y otros muchos, no surgieron de la nada, los formó y fraguó la respectiva sociedad con sus miedos, carencias e intereses subalternos, fueron más producto de los vicios nacionales que de las virtudes que cada nación indudablemente posee.
Las historia tiende a repetirse, como tragedia a veces y otras como caricatura y parodia, nuestros tiempos actuales están padeciendo esta recurrencia cíclica de la historia, lo que nos obliga a preguntarnos: ¿quién es más responsable: el loquero que gobierna o las personas que aceptan ser tratados como locos?.
¿Qué es más insufrible: el histrión de aló presidente, o sus mudos y sonrientes “aplaudicantes”?.
Nota:
“Aplaudicante” el que claudica y aplaude.
“Aborregarse” asumirse y actuar como parte de un rebaño.
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