En un viaje reciente a Cumaná me impresionó el abandono de la cuidad y particularmente dramática la situación general de pobreza a la vista, el descuido y el maltrato irresponsable al río Manzanares, reducido a un precario cauce de agua casi degradado a “cañada” los “parques” abandonados y una ciudad que desde todo punto de vista está dotada por un paisaje privilegiado, languidece, como sus plazas y barriadas en la desidia oficial y la incuria colectiva, salvo contadas excepciones, entre ellas, la de
El país está urgido de buenos gerentes y administradores a todos los niveles, empezando por la familia: ¿cuántos padres irresponsables que no saben establecer sus prioridades? Igual sucede con otros miembros con responsabilidades públicas y privadas, en donde las palabras honradez, competencia, eficiencia y rendición de cuentas parecen vocablos prohibidos. El rentismo petrolero y el estatismo exacerbado nos hizo en general, malos gerentes y pésimos administradores y eso se refleja en todo el país, con servicios deficientes; deterioro ambiental y mala o mediocre calidad de vida.
Nuestras regiones y ciudades, empezando por la capital, lucen descuidada y poco querida, por sus habitantes y por casi todos sus gobiernos.
En Cumaná se abandonó el principal parque de la ciudad. Volvieron pantano a unas magnificas lagunas. Secaron el Manzanares y lo volvieron un basurero. Abandonaron la zona histórica y hasta incendiaron intencionalmente la gobernación y su abandono queda como signo visible de impunidad.
En estas condiciones la política deja de ser un servicio de gerencia y administración eficaz de los recursos públicos en función del bien común y se convierte en oficio de depredadores y aprovechadores.
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